Como en el caso de «Crónica de una muerte anunciada» de García Márquez en esta novela, desde la primera línea, ya sabemos el final: «El bebé ha muerto. Bastaron unos pocos segundos. El médico aseguró que no había sufrido». Sin embargo, quizás lo más interesante de este libro no sea el resultado final de la trama, sino el desarrollo de ésta: sus problemas, sus denuncias; y, sobre todo, el poderoso estilo narrativo que luce su autora: directo, frío y preciso.
«CANCIÓN DULCE» atrapa al lector, a pesar de saber el final, con una fuerza asombrosa. En ella conoceremos a Myriam, madre de dos niños, que decide reemprender su actividad laboral en un bufete de abogados a pesar de las reticencias de su marido. Tras un minucioso proceso de selección para encontrar una niñera, se deciden por Louise, quien rápidamente conquista el corazón de los niños y se convierte en una figura imprescindible en el hogar. Pero, poco a poco, la trampa de la interdependencia va a convertirse en un drama. Se trata, pues, de una obra verdaderamente audaz que, con una escritura incisiva y tenebrosa en ocasiones, disecciona los problemas de la sociedad actual, con su concepción del amor y de la educación, del sometimiento y del dinero, de los prejuicios de clase y culturales.
La escritora francesa nacida en Marruecos LEILA SLIMANI ganó con esta novela el prestigioso Premio Goncourt de 2016, siendo la duodécima mujer (Simone de Beauvoir, Marguerite Duras…, entre otras) en conseguirlo en 112 años de historia. El personaje de «CANCIÓN DULCE» sigue el legado de empleadas domésticas como la del «Diario de una camarera» de Mirbeau o «Las criadas» de Genet; y, según la autora, nació de un suceso ocurrido en Nueva York en 2012, en el que una dominicana intentó quitarse la vida tras cometer un doble infanticidio.
LEILA SLIMANI ya había causado un gran revuelo con su primera novela: «En el jardín del ogro», que narra el periplo de una burguesa adicta al sexo. Pero ha sido en esta en donde, creo, ha llevado al máximo sus dotes de gran escritora, confirmándose su especial interés por las zonas grises del alma humana, aquellas que la mayoría prefiere ignorar. Y ganándose, de esta forma, el aprecio y la admiración de los lectores y de la crítica: Gallimard ha dicho de ella: «El estilo seco y cortante de LEILA SLIMANI, en el que se deslizan brillos de poesía tenebrosa, impone desde las primeras páginas un suspense verdaderamente cautivador».
En definitiva, una novela que nos seduce con su inteligente hechura; totalmente distinta a la abrumadora masa insípida que abarrota las mesas de Novedades: una obra que merece la pena.