Ya sabéis, fieles lectores, del placer que me causa el hablaros de buenos escritores poco reconocidos o injustamente olvidados, y que gracias a la incansable labor de pequeñas editoriales se van, poco a poco, recuperando.
Hoy voy a recomendaros a un escritor inmenso, autor de una sola pero memorable novela: quizás, dicen los entendidos, la mejor, la gran novela sobre la Guerra Civil (al mismo nivel o superior a las míticas de Barea o de Zúñiga). Lo increíble es que esta maravilla haya ido dando tumbos por el mercado editorial durante todos estos años. Gracias a la pequeña, pero exquisita editorial Malas Tierras tenemos ahora la satisfacción de poderla encontrar en las librerías en una cuidada edición.
JUAN ITURRALDE (1917-1999), el autor, fue el pseudónimo de José María Pérez Prat, abogado del Estado salmantino y escritor de dos relatos y de «DÍAS DE LLAMAS», la monumental novela que os encarezco leer, y que vio la luz en 1979 por decisión del autor, ya que deseó esperar a que en España llegara la democracia.
«DÍAS DE LLAMAS» es una de esas novelas sitas en la Guerra Civil que desafía los clichés, el efectismo o la corrección política. Es quizá la mejor novela sobre el conflicto. Quizá por eso es una novela olvidada», nos dice el crítico David Mejía.
Transcurre en Madrid, durante los primeros compases de la guerra, entre el verano y el otoño de 1936. Y en ella se nos cuenta la historia de Tomás Labayen, un juez de instrucción perteneciente a la clase media y que, pese a sus ideales y su lealtad a la República, permanece preso por ésta -quizás por su pertenencia a una familia pequeñoburguesa- en una checa de Madrid a la espera de que le den el paseo. En este dramático ínterin, Tomás lanza febrilmente al papel, en una suerte de diario, todos los acontecimientos que, desde el estallido de la contienda, le han llevado a esa situación. La novela está contada con un realismo ciertamente portentoso, y en ella se da vida a una multitud de seres humanos a los que parece que sentimos respirar delante de nuestros ojos. Este realismo, este acercamiento a la verdad, se efectúa, además, desde la escritura ardiente (en un ritmo prodigiosamente sostenido durante toda la novela) de un condenado a muerte que ignora en qué momento van a abrir la puerta y decir su nombre, con lo cual el grado de calidad literaria y el poder atractivo de la lectura alcanza cotas muy altas.
En verdad, la novela nos mantiene constantemente en tensión, pero sin ningún malabarismo literario, simplemente recurriendo al material del que fueron hechos esos días: a los hombres en toda su mezquindad, también en su grandeza y asimismo en sus contradicciones. ITURRALDE, y este es otro de sus méritos, en ningún momento se detiene para lanzar una teoría o soltarnos un discurso (algo que suele suceder en la mayoría de novelas del mismo tema), sino que procura que los problemas morales y humanos que suscitó la contienda se resuelvan por medio de las actuaciones de sus personajes.
Sencillamente se limita a narrar unos hechos (pero ¡qué forma de narrar!) para que el lector se vea de pronto transportado a aquellos días: abra el libro y sienta que, verdaderamente, ha entrado en una trágica realidad.
Juan José Millás dejó escrito: «Si hay que quitar a Juan Benet de los libros de texto para que quepa ITURRALDE, ¡que lo quiten!»
Miguel Ibañez. Librería de Alcañiz