· Mariano García
La «arquitectura del hielo» aragonesa está a punto de ser declarada Bien de Interés Cultural. El expediente puesto en marcha por la DGA se encuentra en su última fase, y aunque aún está abierto un periodo de alegaciones, se estima que no habrá ya muchas novedades respecto a la lista elaborada, que incluye bienes de 58 municipios aragoneses.
El anuncio realizado el año pasado por el Gobierno de Aragón al incoar el expediente de declaración para neveras y pozos de hielo desató un aluvión de alegaciones, ya que la lista que manejaba entonces la DGA incluía tan solo 21 de estos elementos (en todo Aragón se conservan unos 300). Finalmente serán declarados más del doble, en la categoría de monumentos.
La lista que maneja la DGA incluye, en la provincia de Teruel: Belmonte de San José, Calanda, La Ginebrosa, La Mata de los Olmos, La Cañada de Verich, Valdealgorfa, Aguaviva, Convento del Desierto de Calanda, Albalate del Arzobispo, Cantavieja, Mirambel, La Cuba, Estercuel, Monasterio de la Virgen del Olivar, Alcaine, Montalbán, Puertomingalvo, Rubielos de Mora y Camarillas.
Las neveras son un patrimonio etnológico débil, que solo ha empezado a ponerse en valor en tiempos recientes. Los pioneros en restaurar una en Aragón fueron Gonzalo Torres y José Román Roche, que recuperaron la de la Culroya de Fuendetodos a principios de los años 90. Desde entonces numerosas localidades aragonesas han empezado a tenerlas en cuenta, aunque siguen desapareciendo: hace tan solo unas semanas las obras en el entorno del antiguo Grupo Escolar Jorge Jordana, enfrente del Monasterio de Santa Fe, sepultaron (aunque parece que no destruyeron) el que muchos consideran el último pozo de hielo del término municipal de Zaragoza.
Para el historiador José Luis Ona, que ha estudiado neveras y pozos de hielo aragoneses, esta arquitectura «tiene interés, por expresarse en construcciones técnicamente muy singulares y porque buena parte de ellas están colmatadas y son susceptibles de ser excavadas arqueológicamente».
«Además, la explotación y comercio del hielo tiene gran interés histórico y etnológico –añade–. No son exclusivas de Aragón, pues las neveras se extienden principalmente por todo el arco mediterráneo, pero en nuestra región hay abundancia de ejemplares y gran variedad tipológica».
Felicito a los que han recuperado y van a recuperar parte de su patrimonio histórico y monumental.
Hijar, mi pueblo, tiene una nevera, delante de la fachada del Convento de Nuestra Señora de los Ángeles. La historia de Hijar esta vinculadisima a ese convento.
Ahí esta, solo, cayéndose, olvidado.
Ininteligible, pero es lo que hay, desde el Centro de estudios del Bajo Martín se ha tratado desde hace años de que no cayera en el olvido, incluso se celebraron diferentes jornadas sobre su historia.
Al menos conservar lo que queda y contar su historia, que menos.
Veremos si se guarda o se deja morir. Ojo que con el muere la historia de un pueblo y quien sabe si a la larga el propio pueblo.
Por favor, hagamos algo.
A quien corresponda:
Desconozco el motivo de la no inclusión de la Nevera de Montalvo de Alloza. Quien conocemos su envergadura y su magnífico estado de conversación realmente nos preguntamos por tal omisión. ¿Desde DGA se han planteado la misma pregunta?
http://www.sipca.es/censo/1-INM-TER-033-022-014/Nevera.html#.YIfaXN3tbIU
A mi también me ha sorprendido.
Como curiosidad, un poco macabra, la antigua nevera de Fórnoles está llena de huesos humanos. Cuando en el siglo XVIII, se construyó un cementerio nuevo lo hicieron en la partida de «La nevera». La bocana de entrada de la nevera quedó abierta hacia el interior de una de las cuatro esquinas del camposanto y, desde entonces, se utilizó como osario común para los restos que sacaban de las fosas al utilizar su espacio para el nuevo enterramiento de «turno». Ahora ya está llena y hace poco han tabicado la bocana quedando la cúpula fuera del recinto.
Queda, no obstante, otra nevera que aún se utilizó para fabricar helados, hasta mediados del siglo pasado. Está junto a la era de un antiguo molino harinero, el «Molí de Dalt», en terreno particular.