Los hermanos Juan y María Pilar son la sexta generación de una familia que siempre ha practicado la trashumancia
Queda aproximadamente un mes para que llegue el invierno y eso, para muchos, supone desempolvar los armarios para sacar la ropa de abrigo y prepararse para el frío. Para otros llega el momento de emprender una aventura, un viaje que les traslada hasta tiempos pasados y que, además, supone volver a la infancia y rememorar muchos recuerdos. Este el caso de los hermanos Martorell, Juan y María Pilar. Son vecinos de Fortanete y ambos son los propietarios de la Ganadería Hermanos Martorell Gargallo. Junto con su ganado vacuno, que ronda las 120 cabezas, comenzaron el lunes un viaje trashumante que les llevará hasta las tierras bajas del Maestrazgo castellonense.
Durante los próximos días será habitual ver cómo muchos pastores del territorio guían a su ganado camino de las tierras bajas, zonas en las que resguardar a los animales del frío y así puedan pasar un invierno algo más tranquilo. Precisamente los hermanos Martorell realizaron el camino inverso al de esta semana hace seis meses, cuando regresaron a Fortanete desde Chert (Castellón). Ahora recorren La Ruta del Llosar para encontrar nuevos pastos donde poder dejar a su ganado durante los próximos meses.
Lejos de pensar en que será un camino largo y una aventura dura, los hermanos Martorell realizan esta «peregrinación» con la satisfacción de saber que continúan con una tradición que llevan en la sangre. La trashumancia no es algo nuevo para ellos, son la sexta generación de una familia de trashumantes. El lunes partieron desde Fortanete, junto a sus 120 cabezas de ganado vacuno y a varios compañeros que les acompañarán durante su viaje, con el objetivo de llegar en menos de 12 días a las tierras bajas del Maestrazgo.
Estos peculiares «nómadas» del siglo XXI, si se les puede calificar de esta manera, recorren durante estos días los caminos y algunos de los pueblos más emblemáticos del Maestrazgo. El martes el paso del rebaño ya dejó imágenes para el recuerdo en La Iglesuela del Cid cuando el centenar de vacas cruzó el puente que hace de frontera entre Teruel y Castellón, entre La Iglesuela y Vilafranca. Y como viene siendo habitual, el paso de la trashumancia levantó gran expectación entre todos los vecinos.
Por delante todavía les queda la mitad de la aventura. Por suerte, o por desgracia, la climatología les respetará y no se esperan lluvias. Se trata de algo que hará un poco más cómodo el recorrido, aunque durante el trayecto podrán dar buena cuenta de cómo está afectando la sequía en los pastos y montes del territorio.