Desde que el músico Carlos Zárate enseñó a Alberto Martín los primeros acordes de guitarra cuando él tan solo era un niño, el caspolino nunca ha vuelto a pasar un día sin este instrumento. «Cuando escuché sonar una guitarra por primera vez quedé totalmente prendado. Toda mi vida ha girado en torno a ella desde entonces», confiesa.
Y no exagera. La forma de entender el mundo de la música que Zárate le enseñó guió al artista durante sus siguientes años de formación hasta la primera vez que se subió a un escenario. Fue hace casi 20 años, cuando formó «Tumbao», una agrupación musical junto a varios amigos de toda la vida. «Podría haber sido un desastre, pero fue un inicio que nos dejó a todos con ganas de más», cuenta. Enfrentarse al público era para él un desafío aunque eso no le impidió continuar llevando sus creaciones musicales a otros escenarios. Entonces formaba parte de un grupo numeroso y bien cohesionado. «Apuntamos alto porque había gente muy buena, la calidad musical se hacia notar. Rodamos mucho por el territorio, incluso llegamos a tocar en festivales de Francia».
Ahora el músico recuerda esa etapa con cariño desde una perspectiva diferente. Cuando esos años llegaron a su fin, mientras muchos de sus compañeros se desvinculaban del mundo musical, Alberto iniciaba el proyecto al que a día de hoy todavía pertenece, «Blue Tango». El guitarrista pasó de ser uno de los instrumentos de un gran conjunto a ser el único encargado de acompañar a la voz de Rubén León en un espectáculo mucho más íntimo y con el estilo flamenco como fiel protagonista. Este cambio en su trayectoria musical generó en él ciertas dudas al principio. «Me sentía cómodo trabajando con mucha gente, y ser solo dos en escena fue un gran cambio, pero ahora estoy seguro de que es la forma en la que más he aprendido de música», relata.

Ambos definen «Blue Tango» como un «vaivén en el tiempo mecido por el flamenco, el tango, la copla y los cantes de ida y vuelta». En sus conciertos interpretan composiciones propias o bien de grandes artistas del género a quienes admiran. Alberto ya no tiene esos nervios característicos de sus primeras actuaciones, aunque sí la misma ilusión por transmitir a través de su guitarra. «El único momento tenso puede ser la prueba de sonido. Una vez yo sé que todo suena bien ya estoy tranquilo para salir a escena».
Además de este proyecto, el guitarrista también es uno de los encargados de gestionar la Casa de Las Burbujas Azules, un espacio rural y abierto de intercambio creativo de Caspe en el que buscan poner en valor la cultura del municipio y de localidades de alrededor. Según él, los pueblos de la zona cuentan con cantidad de artistas, pero estos no tienen un vínculo en común debido a las dificultades que a veces pueden surgir en el mundo rural. «En las ciudades hay muchos teatros, escuelas y espacios para darse a conocer. Aquí debemos aprovechar todos los recursos posibles para poder dar cabida a nuestro arte». Por ello, bajo el lema «Vivir del arte en mi pueblo es posible», en este espacio organiza encuentros abiertos al público para todos los amantes del arte en general. Reciben a músicos, pintores, artesanos e infinidad de oficios.

Son estos mismos valores los que siempre ha intentado transmitir a su hijo. Desde que nació, siempre ha vivido el mundo del espectáculo desde dentro, lo que también despertó en él un interés por la música que le llevó a entrar en clases del conservatorio desde los seis años. Ahora es contrabajista y se ha subido a más de un escenario con su padre. «Muchas veces componemos juntos, yo tengo una idea guardada en bruto y él se encarga de darle forma porque tiene mucho más conocimiento musical», afirma emocionado.
Martínez toma el testigo en EncontrARTE de la joven diseñadora caspolina Ana Martínez. Si piensa en el futuro, el guitarrista espera que su hijo pueda dedicarse a aquello que le gusta, sea la música o no. «No hay nada más bonito», defiende. Su padre tiene la suerte de hacerlo, además del convencimiento de que debe ser posible vivir de ello, incluso si uno quiere hacerlo en el medio rural.