Alba Bautista, la joven de Utrillas que de niña soñó con ser deportista profesional en la escuela Gimnasia Rítmica Cuencas Mineras, hoy ya tiene un billete a los Juegos Olímpicos de París en 2024. El club es un emblema y un dinamizador social de la infancia de las cuencas mineras turolenses que puede presumir de que una joven que un día fue como ellas, hoy está en lo más alto después de conseguir en Valencia el pase a las Olimpiadas. Alba es ejemplo de cómo desde un club humilde de una zona muy afectada por la despoblación como la cuenca minera turolense se puede llegar al olimpo con constancia y tesón. Una carrera deportiva en la que aún le queda mucho por decir y de la que están orgullosos sus vecinos de Utrillas, que ya le preparan un homenaje que les gustaría que fuese, si su agenda se lo permite, el primer día de fiestas, el 6 de septiembre, para entregarle una mención especial. No es el primero, ya la homenajearon en septiembre de 2022 y en febrero le dieron su nombre al pabellón municipal.

El mismo polideportivo al que acude cada día a trabajar el padre de Alba y en el que la joven entrenó desde bien pequeña en la cantera del club Cuencas Mineras. Para las alumnas actuales Alba es el referente en el que se miran. Se lo demostraron recibiéndola con flores en el homenaje que le hizo Utrillas hace casi un año. «Es un hito llegar a las Olimpiadas, estamos muy orgullosos de ella. Se formó en el club Cuencas Mineras, que tiene una gran tradición; y para las niñas que practican la gimnasia rítmica desde aquí es un referente«, apunta el alcalde, Joaquín Moreno, uno de los utrillenses que recorrió los más de 200 kilómetros que separan Utrillas de Valencia para apoyar a su paisana.

La familia de Alba es un ejemplo de sacrificio en pro de la carrera deportiva de la joven en un deporte especialmente difícil y disciplinado. La utrillense comenzó en su pueblo natal hasta que pasó a entrenar después en Teruel y más tarde en Benicarló. Primero se desplazaba desde Utrillas los días que tenía clase hasta que, con el incremento de los kilómetros que tenía que recorrer semanalmente, se trasladó con su madre a la localidad castellonense mientras su padre se quedó trabajando en la capital de las Cuencas Mineras. De Benicarló se marchó a Valencia y de ahí al Centro de Alto Rendimiento de Madrid, donde sigue.