Juan Manuel Calvo ha recopilado las biografías de 11 aragoneses que sufrieron los campos nazis y sus vivencias posteriores sin poder regresar a España
Su título, «Dentro de poco os podré abrazar» es tan evocador como realista y significativo a la vez. Expresa un deseo que no se pudo cumplir hasta varias décadas después. El de Dámaso Ibarz, un aragonés que sufrió los trabajos forzados en el campo de concentración nazi de Mauthausen y que, como tantos otros exiliados españoles, pese al deseo de volver a ver a su familia no lo pudo hacer hasta muchos años después. Aquel deseo que escribió de su puño y letra por carta a su familia cuando se liberó el campo en 1945 tuvo que postergarse.
Como el de otros muchos exiliados republicanos que con una España en plena dictadura franquista no podían volver y tardaron años en recuperar sus afectos. Todos los liberados fueron repatriados a sus países a excepción de los españoles, que fueron retornados a Francia. Los primeros pudieron regresar a finales de los años 40 o primeros de los 50 pero no llegaron a suponer un 10-15%. La mayoría se estableció en Francia y algún pequeño grupo en Sudamérica. A la dificultad de regresar temiendo la represión de la dictadura se unió que eran personas jóvenes -rondaban la treintena- que con los años rehicieron su vida personal en Francia creando su propia familia.
La historia de Dámaso es una de las 11 de supervivientes aragoneses de los campos de concentración nazis que se recogen en «Dentro de poco os podré abrazar». Mauthausen es el más famoso pero también estuvieron en Buchenwald, Ravensbrück o Aurigny. El libro, editado por el CELAN y que se presentó el jueves en Andorra, es obra de Juan Manuel Calvo (Ejulve, 1957), todo un estudioso del tema y una de las voces más cualificadas de Aragón. El prólogo lo firma Eloy Fernández Clemente.
Dos bajoaragoneses
Dámaso, Ramón, Martín, Alfonsina, Elisa… hombres y mujeres aragoneses, todos republicanos exiliados a consecuencia de la Guerra Civil, que fueron deportados a los campos nazis. Su llegada fue por dos vías. La mayoría fueron deportados después de pasar por campos del sur de Francia cuando en 1940 el país fue invadido. Al ser identificados como españoles que lucharon contra Franco se les envió a Mauthausen. Ubicado en Austria, este campo nazi tenía la categoría tres: en la que se moría trabajando. Allí llegaron los dos bajoaragoneses que aparecen en el libro, Salvador Benítez, de Valderrobres; y José María Mateo, de Tronchón y que residió en Andorra.
De ideología libertaria, Salvador Benítez Griñón (Valderrobres, 1917-Arles Sur Tech, Francia, 2004), colaboró con el comité que se formó en su localidad tras el inicio de la guerra y estuvo combatiendo hasta que en el 39 cruzó a Francia. Primero fue detenido por los alemanes y obligado a trabajar en la base submarina de Burdeos, donde emplearon como mano de obra a miles de españoles. Se escapó pero lo detuvieron en París y lo trasladaron a Mauthausen en 1943. Tuvo la suerte de que no trabajó en el campo sino en una explotación agrícola. El trato y las condiciones de vida fueron tolerables, lo cual le permitió a Salvador, y la mayoría de sus compañeros, llegar a la liberación que se produjo en mayo de 1945 por las tropas británicas. Entonces se trasladó en París, donde trabajó como pintor de coches hasta que accedió a la jubilación anticipada por las secuelas que le dejó su paso por los campos. Volvió a su Valderrobres natal una vez recuperada la democracia. Su asistencia a los sorteos de la Lotería Nacional y fiestas populares, vestido de forma peculiar, le dio popularidad. También participó en actos de homenaje y de recuerdo a los exiliados. Sus cenizas fueron arrojadas al río Matarraña.
José María Mateo Belmonte (Tronchón, 1904- ¿?), hijo de uno de los últimos de Filipinas. Cuando tenía entre 20 y 25 años se marchó a Andorra, donde se casó y tuvo dos hijos. Trabajó de albañil y probablemente en las minas. Era militante socialista y miembro de la UGT. En mayo del 38 fue militarizado a las minas de Puertollano. Al terminar la guerra se exilió en Francia, donde trabajó en su profesión. Fue deportado a Mauthausen, donde estuvo cuatro años. Su historia está inacabada ya que el autor del libro no ha encontrado su vida en el exilio. De hecho, es el único protagonista del que no aparece foto. Su información la ha extraído de los archivos de Andorra y de la Amical de Mauthausen y también de unas cartas que José María envió al final de la guerra a Tronchón, y que el alcalde franquista interceptó y remitió a la Guardia Civil. Ahora están guardadas en la Villa Minera. En los años 60 realizó una solicitud para regresar a España y la comisión de retorno de los exiliados pidió informes de su pasado político en los que se adjuntaron documentos de su activismo. Aunque José Manuel Calvo tiene indicios de que regresó a Andorra, no conoce si se llegó a instalar en la localidad por lo que pide colaboración a quien pueda terminar su historia «inacabada».
En otro caso, el de Julio Comín de Obón (Cuencas Mineras), tuvo una trayectoria diferente. Fue detenido por los alemanes y estuvo trabajando anteriormente en una base submarina de Francia. De allí fue deportado a una de las islas normandas, donde estuvo cuatro años en unas condiciones horrorosas en las que murieron centenares de prisioneros como mano de obra esclava.
1.000 aragoneses en campos
Tal y como explica Calvo, este es un libro de «biografías». La historia ya la contó cuando en 2011 publicó «Itinerarios e identidades: republicanos aragoneses deportados a los campos nazis». Más de 1.000 aragoneses estuvieron en los campos de concentración nazis y, de ellos, unos 300 de la provincia de Teruel.
Rescata historias silenciadas por los mismos protagonistas durante muchos años y que quedaron, en la mayoría de casos, únicamente en el seno familiar. Ninguno de los 11 protagonistas del libro está vivo en la actualidad, por lo que Calvo ha hablado con sus hijos y nietos a parte de realizar una gran labor de documentación. «En general lo han explicado poco. Una característica general es que conversaban de ello cuando se encontraban pero en el entorno familiar muy poco. Por ejemplo, en uno de los casos no lo hizo hasta que estuvo jubilado y su mujer había fallecido», apunta el autor.
De los 9.000 españoles que estuvieron en los campos nazis, alrededor de 6.500 no salieron vivos. Tan solo en Mauthausen fallecieron alrededor de 5.000.
Historia para no repetir
Calvo pone nombre y apellidos a una parte de la historia aún muy desconocida para el gran público: la de los exiliados españoles que fueron empleados en trabajos forzozos de los campos nazis. «Aún hay quien se sorprende porque durante el franquismo no se habló. En las localidades en que fueron un número significativo sí que se conoce pero no se estudia en los centros educativos. En Francia sí que se trabaja la ocupación nazi, la resistencia y las deportaciones pero aquí depende de la buena voluntad del profesorado aunque es cierto que en los últimos 20 años se ha dado un paso adelante muy importante», opina Calvo, quien destaca la importancia de dignificar a las víctimas y recordar la historia, especialmente en estos momentos en los que la extrema derecha va ganando espacio en la política. «Nuestra responsabilidad social y política no está solo en conocer qué paso si no también para prevenir peligros futuros», apunta.
Alejo Martin Villuendas dice
Tengo curiosidad(Julio Comin)que dice que es de(OBON)no se sabe de qué familia es.(Gracias
Juan dice
Otro Obonero más murió en Mauthausen, el padre de Asunción , abuelo de Wili y Fernando
Kilo dice
Falta José Sanz El cantarero, natural de Calanda. Superviviente de Mathausen se estableció en Beziers en el sur de Francia. Ya fallecido.
Mónica dice
Donde se puede comprar?
Laura Castel dice
Hola Mónica! Te tienes que poner en contacto con el autor en el correo calvogasconjm@gmail.com Saludos!