Deja una profesión que ama y que ha desempeñado desde el humanismo en el centro de salud de La Puebla de Híjar
En la planta baja de su casa, Asun guarda algunos de los utensilios con los que tenía que lidiar cuando llegó a La Puebla de Híjar hace ya casi cuatro décadas recién salida de la Escuela de Enfermería de Teruel. «Ha evolucionado todo, solo tienes que ver esta jeringuilla», dice mientras abre la puerta acristalada del armarito. Todavía guarda el aparato con el que tenía que hervir la aguja conectándolo a la luz. «Esto ya fue una revolución pero enseguida salió lo desechable y eso sí que fue un avance».
Asun Casamián se jubila tras casi 40 años siendo la enfermera de dos generaciones de poblanos y poblanas. Su último día laboral fue el viernes 9 de agosto, día en que cumplió los 60. El 1 de septiembre, en cuanto vuelva de vacaciones, se hará efectiva su nueva situación. «Pasar toda tu vida laboral en un mismo lugar no es muy común, la verdad», dice. «Pero he sido tan feliz y he estado tan a gusto que me va a costar mucho. Adoro mi profesión», confiesa sin perder la sonrisa que delata vocación.
Nació en La Puebla de Alfindén (Zaragoza) en 1959. «Acabé la carrera, el 3 de diciembre de 1979 tomé posesión de la plaza y me incorporé el día 5… Y hasta hoy», apunta. Estudió Enfermería en Teruel en una promoción de 25 mujeres que rompió con lo establecido. Muchas de ellas, en lugar de optar por hospital como era lo habitual, salieron a cubrir plazas de practicantes en los pueblos. A sus 20 años le asignaron La Puebla como interina y no lo dudó. Recuerda el viaje que hizo con su padre a una localidad que apenas ubicaban salvo por los tambores y porque un vecino de su abuelo, -el Señor Santiago-, era poblano.
«Yo venía a ver cómo iba esto pero, entre que me gustó y que conocí a mi marido Segundo, mi vida al final ha sido de Puebla a Puebla». Esa fue su llegada: como practicante. Una plaza que hasta entonces solo habían ocupado hombres. Rafaela, su patrona en el piso donde entró a vivir, le presentó a los dueños de la Farmacia que le llevaron al bar Brillante a conocer a gente de su edad. «Enseguida me sentí arropada», añade.
Con el paso de los años, Asun se ha convertido en una pieza clave en el centro de salud. Conoce muy bien a todos sus pacientes y eso la ha convertido en el referente para todos los médicos que han pasado por La Puebla. Han sido unos cuantos y para todos tiene palabras de gratitud, lo mismo que para los compañeros. «Han sido de perfiles diferentes y de todos he aprendido», añade.
Con el tiempo, su área ha adquirido mayor autonomía y eso todavía le ha conferido mayor grado de implicación y contacto con los pacientes y vecinos. «Cuando uno entra por la puerta ya sabes qué le pasa y el motivo», dice. Así no es difícil deducir que la despedida no fue sencilla. La primera semana de agosto recibió muchas visitas pero la mayoría, solo para desearle lo mejor. «Ellos me echarán de menos a mí pero yo a ellos… Imagínatelo. Estoy muy agradecida a todas las familias», suspira.
Una profesión entendida desde el Humanismo
En estos años ha estudiado Psicología por la UNED, una carrera que le ha ayudado mucho en su día a día de una profesión en la que pone por delante el ponerse en los zapatos del otro. «Te metes en el alma de las familias y siempre hago una mención especial a la muerte porque sin ella no existe la vida», reflexiona y continúa. «Proporcionar una vida con acompañamiento en el final es fundamental».
Sitúa la soledad y la dependencia como el drama, sobre todo, en la gente mayor. «Y eso que creo que en los pueblos todavía quedan cadenas, redes y relaciones para estar pendientes de ello pero sí, es un drama». Dice que este trabajo en el medio rural todavía requiere de mayor empatía precisamente por la cercanía. «Te tiene que apasionar porque te vas a encontrar con situaciones desagradables, algo que no te esperas e incluso olores. Verás a una persona en la calle de una forma y en casa verás que es diferente en su enfermedad». Una vez cultivado lo humanista, lo demás dice que fluye. «Tomar la tensión o hacer un electro… Es técnica».
La implicación de Asun en la vida poblana ha sido tal, que fue ocho años concejal de festejos y cultura y cuatro de ellos, consejera comarcal. Con Juana Barreras al frente, llevó el área de servicios sociales y fue entonces cuando se impulsó la puesta en marcha del Centro de Día Comarcal Val de Zafán. Hoy es una referencia en asistencia en dependencia.
Ha habido de todo. Situaciones muy difíciles pero también muchas anécdotas que lamenta no haber ido apuntando. Entre ellas, algunos partos adelantados o la huída de un médico por una ventana con la sala de espera llena «Pasó en otro pueblo», avisa divertida. También ha vivido la revolución en comunicaciones ya que durante muchos años no había guardias. Tenía que estar siempre localizable y detrás de la puerta tenía preparados todos los carteles con los mensajes posibles como «estoy en la Farmacia» y según salía de casa colgaba el que tocaba. El contestador automático fue otra revolución pero nada comparado con la construcción de los centros de salud y la instauración de las ocho horas y las guardias. «Todo lo que se ha conseguido se ha luchado. En el medio rural he sido muy feliz desempeñando una profesión que me apasiona», concluye.
Begoña Navarro dice
Enhorabuena, disfruta de tu jubilación que bien merecida la tienes después de tantos años de dedicación a los demás.