La música corre por las venas de Beatriz Barceló Colomer (Calaceite, 1976) desde que era una niña. Da clase en los colegios San Valero y La Inmaculada de Alcañiz y dirige el Coro de la Unión Musical Nuestra Señora de los Pueyos desde hace quince años. Con siete comenzó a tomar lecciones con una monja que solía residir en Jerusalén pero era de Calaceite y, durante el tiempo que estuvo por la localidad inició a muchos niños en un mundo que acabó por convertirse en el modo de vida de algunos. A poco que hace recuento le salen unas cuantas amistades y familiares con vínculos musicales, tanto que incluso montaron una agrupación hace años.
«Era una época de mucha vida musical y a partir de ahí se empezó a crear la escuela de música. Ahora ya no, pero entonces podías formarte en ella y luego examinarte por libre en Alcañiz y creo que eso también facilitaba mucho que la gente se animase a tomar sus clases», recuerda. Ella continuó con el grado medio de Guitarra en el Conservatorio de Alcañiz antes de seguir en el Superior en Zaragoza. Allí estudió Pedagogía del Lenguaje y la Educación Musical al mismo tiempo que Dirección de Coro.
Combinaba las especialidades con idas y venidas porque ya daba clase en las escuelas de música del Matarraña. «En cuanto acabé el grado medio con 18 años ya empecé a dar guitarra, lenguaje musical, música y movimiento a los niños pequeños, al coro infantil de Calaceite…», rememora. En ese tiempo creó la Asociación de Coros del Matarraña junto a los hermanos Margarita y Francisco Celma, y durante una década estuvieron dirigiendo coros, en el caso de Barceló, los de Valjunquera y Mazaleón y más tarde dirigiría el de Andorra durante siete años. «Fue una etapa muy bonita porque había mucho movimiento coral, se hacía el encuentro anual y grabamos un disco», sonríe. También rondaba por pueblos con Kinessis, un sexteto vocal femenino.
Proyectos y colaboraciones
Todas las facetas de su trabajo las desempeña hacia la gente. «Se trata de cuidar a las personas y en el caso de los adultos acuden al coro de forma voluntaria», dice y no esconde la satisfacción que le produce la entrega y la calidad humana que encuentra en el Coro de la Unión Musical. «Es un grupo muy humano y trabajador porque en cuanto les lanzas un reto están dispuestos», añade.
Pensando en aquellas personas que estén sopesando si unirse a un coro, advierte de un requisito fundamental. «Lo primero es que te guste cantar, y a partir de ahí, lo más importante es la paciencia. La música necesita su cocción, no hay más, es un proceso por el que pasamos todos y de forma continua porque, aunque lleves muchos años cada obra es diferente y te tienes que adaptar a ella tanto musicalmente como a nivel interpretativo y emocional», reflexiona. «En estos tiempos en lo que todo es instantáneo, es interesante recurrir a la música donde se cultiva la paciencia y la disciplina», apunta.
Toma el testigo en EncontrARTE de Alejandro Arbués, que ha hecho del acordeón su vida. Ella sigue formándose. No hace mucho se graduó en Magisterio y continúa recibiendo clases de diferentes maestros en ámbitos como el de la voz que es su herramienta de trabajo. «Me gusta mucho cantar», admite. Por eso, además de dirigir, forma parte de Teselas, un coro que montó el caspolino Javier Garcés en Zaragoza con el que recientemente actuó en el Auditorio de Zaragoza. Además de contactar con gente nueva, se ha reencontrado con antiguos compañeros.
Le encantaría que este movimiento se replicara de nuevo en territorio bajoaragonés, donde tan buenos resultados dio el canto coral hace dos décadas. «Hay formaciones en varios pueblos pero hay carencias, sobre todo, en infantiles donde los pocos proyectos que había en clase se suprimieron con la pandemia y el futuro está en ellos», añade. Asegura que cantar en grupo une a las personas porque hay un componente fisiológico que propicia esa unión. «Estás solo, no hay objetos ni instrumentos de por medio y por eso cantar en grupo une tanto», añade.
En Semana Santa comprobó este efecto sanador del canto coral cuando las formaciones de la Unión Musical y del Coro Ciudad de Caspe que dirige Garcés interpretaron un réquiem de Gabriel Fauré, un proyecto que iniciaron antes de la pandemia. «Fue un subidón poder hacerlo al fin y con Caspe porque colaboramos mucho. Impulsó las ganas de volver con todo tras dos años tremendos y en ello estamos, preparando más proyectos», concluye.