El reloj todavía no marcaba las 00.00, pero la plaza de España de Calanda ya estaba prácticamente llena. La madrugada de este Jueves Santo, por fin, los vecinos de la localidad bajoaragonesa pudieron recuperar su ascenso al Vía Crucis al Monte Calvario tras casi tres años de espera. La emoción y los nervios previos vieron su punto álgido con la llegada de la medianoche, cuando los primeros minutos del Viernes Santo fueron recibidos por el estruendo de los tambores y bombos una vez más.

La procesión se alargó, como marca la tradición, desde la plaza hasta la cumbre del Calvario, donde las cientos de antorchas que iluminaban el monte junto a la cruz morada se unieron al olor a romero que indica el inicio de la Semana Santa para muchos. El paso que ascendió junto a ellos fue el del Nazareno, cuya llegada en cada capilla era anunciada a través de las cornetas que ordenaban la parada del redoble de tambores. Durante él, un silencio que hasta los más pequeños respetan con devoción, el único sonido provenía de las voces por megafonía, quienes rezaban un padre nuestro en cada estación.
En el ascenso, tambores y bombos se encontraban con las cruces y las penitentas descalzas en la penumbra. Una vez en la cumbre se incorporó el paso del Cristo Crucificado, que bajó por la otra ladera acompañado de los tamborileros hacia la iglesia parroquial.

Conforme fueron llegando, los cientos de tambores y bombos volvieron a unirse en la plaza para crear un ambiente mágico con una luz morada de fondo. Su final, que dejó con ganas de más a los calandinos, será retomado este Viernes Santo a partir de las 12.00 en la famosa Rompida de la Hora.