La falta de pasto obliga a comprar el alimento para las reses, un problema que alcanza también a los trashumantes
Los estragos de la sequía se extienden también a ámbitos como la ganadería, que no se escapa ni aquí ni en territorios vecinos. La familia Martorell, de Fortanete, se dedica a la trashumancia de 120 vacas y 800 ovejas. Ya han llegado a la zona de Tortosa y este año, por primera vez, han tenido que montar tuberías y bombas para subir el agua a una zona de pasto en la que este año el agua de manantial no ha aparecido.
Pero si preocupa el presente, más se teme al futuro próximo cuando en verano regresen a la provincia de Teruel. «No habrá pastos y al problema del agua se nos añadirá el de la comida», avanza Juan Martorell. «Todo corre de nuestra cuenta porque lo más lamentable es que nadie a nivel político hace nada ni parece que tenga intención de hacerlo», concluye. Él y su hermana mueven a las vacas y sus padres a 800 ovejas que tienen mayor acceso al agua pero no la comida que es a base de pienso.
Es la misma situación a la que se enfrentan los ganaderos que permanecen en el territorio. «Los de secano hace días que están dando de comer a las ovejas y los de regadío, también porque la planta no tira y no cunde la comida», explica Luis Egea que tiene ovejas en la zona de Valmuel.
«Es un dineral, hasta que no das de comer a una oveja no sabes lo que cuesta», añade Juan Carlos Brun, agricultor, ganadero y presidente del Ternasco de Aragón. «El ovino está de capa caída y así el relevo generacional es imposible», concluye.