El confinamiento ha marcado prioridades y parece que ahí entra el cambio de perspectiva sobre el medio rural para algunas personas. No ha habido fiestas pero los pueblos han vuelto a recibir a sus hijos y algunos, piensan en hacer de esa segunda residencia veraniega su casa.
En casos como Castellote -con unos 700 habitantes sumando las pedanías- este interés se traduce en 15 nuevos empadronamientos en apenas mes y medio. Todos tienen relación con el pueblo y los perfiles se dividen al 50% en personas jubiladas que prefieren no regresar a la ciudad y en jóvenes con posibilidad de teletrabajo. «Y hay más gente que pregunta y puede que acabe empadronada. Se vive bien en los pueblos y si hablamos de la pandemia se está trabajando bien y rápido en la gestión», dice el alcalde, Ramón Millán.
A algunos el confinamiento les sorprendió en el pueblo en fin de semana y allí lo pasaron. Otros, acudieron en cuanto se abrió la veda. «Personas que pueden teletrabajar o que están en ERTEs se han venido y están prolongando su estancia más que otros veranos», apunta Alberto Bayod, alcalde de Belmonte de San José que no añade vecinos a los poco más de cien pero sí este interés. Interés detectado también en el Bajo Aragón-Caspe.
El Matarraña también ha notado un aumento de los empadronamientos. En la mayor parte de los casos, y al igual que en Castellote, se trata de segundos residentes jubilados y jóvenes descendientes de vecinos que emigraron hace décadas a ciudades como Barcelona y Zaragoza. El perfil de la mayoría de los nuevos vecinos es el de propietarios de una casa familiar y no tanto el de personas interesadas en adquirir una vivienda. Lo cierto es que en muchas localidades matarrañenses, especialmente en las más turísticas, resulta difícil encontrar inmuebles de alquiler y en muchos casos la adquisición de una casa cuenta con el inconveniente de su elevado precio. De igual modo muchos segundos residentes que en años anteriores se limitaban a estancias de unas pocas semanas al año, han decidido esta vez establecerse de forma indefinida. Muchos de ellos reconocen «temer un nuevo estado de alarma o una nueva situación de confinamiento» y reconocen que, en tal caso, la calidad de vida en una localidad pequeña es muy superior a la de una gran ciudad.
No obstante, los precios de una zona turística como es el Matarraña para alquilar todo el año juegan en favor de otras zonas del territorio como la Sierra de Arcos o el Mezquín donde se ha dado salida a varias casas cerradas.
«Pensamos que es una zona más tranquila para nuestro hijo»
Eduard Celma y Carla Liñán se confiesan unos enamorados del Matarraña. Esta joven familia procedente de Terrassa y a cuyas vidas llegó hace tan solo 14 meses su hijo, el pequeño Guillem, decidió en junio empadronarse en Beceite. La familia paterna de Eduard es toda ella beceitana y por ello el egarense siempre ha mantenido un periódico y constante vínculo con la localidad. Lo que habitualmente era una estancia de tan solo 2 semanas al año, se ha convertido ya en tres meses de residencia.
De este modo lo primero que hicieron fue contratar internet de banda ancha en la casa familiar para poder así teletrabajar. Celma, economista de profesión, tan solo tiene que trasladarse un día a la semana a Barcelona para trabajar de forma presencial. «Buscábamos tranquilidad, siempre nos ha gustado venir a disfrutar de la zona y además con nuestro hijo Guillem pensamos que Beceite es un lugar más seguro», explica Eduard.
Ramon dice
Malas noticias para Ramon Millan mas votos en su contra en las proximas Municipales.