Un hombre, solo en la selva durante décadas. Defendiendo una isla de una guerra que hace ya mucho que terminó. Pero él no lo sabe. O no lo quiere saber. Se llamó Hiroo Onoda, el soldado japonés que siguió luchando en la Segunda Guerra Mundial 29 años después de que acabara.
Quizás, inteligentes lectores, habéis oído hablar de él, de esa historia real que llamó poderosamente la atención en el mundo entero. También a un hombre, a un genio, a un cineasta (el director de cine vivo más importante, según Truffaut): WERNER HERZOG, le conmovió esa historia, incluso llegó a conocer a su protagonista, y se la guardó en su «archivo de memoria». Porque si hay algo que interesa al director alemán son las personalidades fuertes y los mundos extremos, que tan bien suele retratar en sus obras. Pero no hizo de ella ninguna película, ningún documental. Ha sido ahora, a los 80 años de edad, cuando se ha decidido a escribir una novela: «EL CREPÚSCULO DEL MUNDO», sobre este ser marginado y excepcional que se mantuvo escondido durante casi 30 años en la selva de la isla filipina de Lubang. Onoda desconfía de los volantes que le anuncian el final de la guerra. Solo cuando es localizado en 1974 y su antiguo superior japonés le ordena la capitulación, se rinde. En ese momento, Onoda sigue llevando su uniforme, su espada y su rifle.
Este es, pues, un material fascinante que ha llevado a HERZOG a escribir un brillante y conmovedor relato sobre el sentido del deber y el sinsentido de nuestra existencia. Más aún cuando en 1977 se reunió personalmente con Onoda en Japón: «Conectamos inmediatamente, escribe HERZOG, porque yo he trabajado en la selva bajo condiciones muy difíciles (recordad las películas «Fitzcarraldo» y «Aguirre, la ira de Dios») y podía hablar de cosas con él que conocía, como la podredumbre y la humedad que descompone todo».
En 180 páginas, HERZOG resume la esencia de las décadas de Onoda en la jungla, bucea en los extremos del alma humana y en la locura de las guerras a través de la lucha por la supervivencia de Onoda contra la naturaleza y sus propios demonios.
Estamos ante una historia, una aventura verdaderamente excepcional, pero además narrada por el pensador más intrépido, divertido y profundo de los últimos tiempos. Todas y cada una de sus historias las podría contar cualquiera en un bar o en una sala de conferencias, y atraparían la atención del público. Pero el caso es que, cuando las narra HERZOG, se convierten en únicas y mágicas y nos hablan del ser humano. De quiénes somos en realidad.
HERZOG escribe que Onoda le tradujo una canción que él se cantaba una y otra vez durante sus años en la selva, para animarse: «Puedo parecer un vagabundo o un mendigo. Pero tú, luna silenciosa, eres testido del esplendor de mi alma».
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz