Gabriela Tapalaga (Rumanía, 1981) sintió que encontró su sitio al llegar a España para unas vacaciones que alargó hasta hoy
Gabriela aterrizó en Reus en abril de 2003 para unas vacaciones en Salou con amigos que se convirtieron en un proyecto vital. «No era la intención pero ya no volví a Sibiu. Había encontrado mi sitio», explica.
Tras dos años en Reus, se trasladó a Alcañiz por una prima que vivía en La Fresneda. «Se volvió pero viene de vacaciones con su familia y recordamos que yo estoy aquí por ella», sonríe. Gabriela habla desde su despacho de directora del Ciudad de Alcañiz, un hotel que ha crecido a la par que su carrera profesional en Turismo porque ella llegó como licenciada en Topografía.
Nunca ejerció como tal porque al terminar sus estudios ya llegó a Reus donde tuvo su primer contacto en el sector como ayudante de cocina en un restaurante. En Alcañiz, pasó tres meses en Adidas antes de llegar al entonces hotel Calpe. «Mi vida laboral es esto, llevo 14 años aquí», añade. Empezó como ayudante de recepción y fue ascendiendo hasta la dirección hace seis años. «Teníamos 40 habitaciones y tres estrellas y ahora, 115 y cuatro estrellas», reflexiona. Al mismo tiempo, el hotel y el personal (una media de 44 trabajadores anuales), han sido testigos de la puesta en marcha de Motorland. «Hasta tuvimos alojados a los que lo construyeron», apunta. «Cuando se empezó a hablar del circuito, el Grupo Gargallo decidió ampliar. Tenemos mucho trabajo gracias en buena parte al circuito que añade visitantes a toda la gente que viene durante el año que es mucha, tanto por libre como en grupos», añade.
«Rumañica»
«Te voy a contestar fácil a cómo me siento aquí», advierte sonriendo. «He procesionado con mi túnica y mi tambor y he salido de baturra, cosa que mi marido que es de aquí… ¡no!», ríe. «Mi cuñada Tere me llama «rumañica»», añade. La prueba definitiva de que lo es, es que le encanta jugar al guiñote. «Ella dice que la cigüeña se equivocó y tiene razón. En Rumanía nunca encontré mi sitio por forma de pensar, de vivir… Nunca estuve en mi ambiente. Antes de venirme murió mi padre y me tomé el viaje como una reflexión y nada más llegar sentí que encajé», rememora. Con su marido y su hijo, -ambos Jorge Alquézar-, viajan a ver a la madre y la hermana de Gabriela, más familia y amigos. «Rumanía se está fijando como destino de turismo, me lo dice mucha gente, y es que hay zonas preciosas».
Habla inglés y alemán desde niña ya que estudió en un colegio alemán. Esto le llevó a trabajar como traductora en una fábrica en Rumanía, experiencia que repitió como algo puntual -y curioso- en el Juzgado de Alcañiz. Su perfecto español provoca la incredulidad de muchos en cuanto se entera de que no es española de nacimiento. Aprendió español con un diccionario y dos libros de gramática y recuerda que antes de cumplir siete meses en España tuvo que ir al médico. «Soy muy perfeccionista y aunque fuera poco, ese poco lo tenía que hablar perfecto», dice. Así fue, la buena construcción gramatical de sus frases le valió las felicitaciones del doctor.
Con su familia comparte todo el tiempo que puede y con su hijo, también su amor por la música. Jorge tiene 11 años y como ella, toca el piano desde niño. Gabriela lo aparcó muy pronto por una mudanza de ciudad y siempre quedó pendiente. «La música me llena aunque es dificilísimo retomar el piano de mayor, Jorge me da mil vueltas», dice. «La creatividad es fundamental en la vida, mi hijo no tiene nada de pantallas pero sí bicis; todo lo que tiene ruedas le apasiona y con su padre comparte la pasión por las motos. ¡Ahí sí que es alcañizano!», añade divertida. Siempre tiene la mente activa y mil planes. El más próximo, aunque no depende de ella, es conseguir la nacionalidad española que tramitó hace ya tres años. Que haya un certificado que dé validez formal a lo de «rumañica».
Mariaisabel Lopez dice
Yo como vecina puedo decir que tanto ella como su marido como su hijo son bellísimas personas muy amables y siempre están ahí para ayudarte cuando lo necesitas Gabriela es una chica 10