Fresca, inteligente, soviética, postsoviética, emotiva, nostálgica, honda, lúcida, satírica, pero, sobretodo, divertida, muy divertida. Así es, ni más ni menos, «El jardinero de Ochakov», la segunda novela que llega a España del escritor ruso-ucraniano ANDREI KURKOV (Leningrado, 1961); y todo eso lo logra al trazar un hilo irresistible entre ese pasado soviético tan dramático como histriónico y un presente melifluo que, bajo la máscara del humor negro, no deja de sembrar lecciones de uno y de otro tiempo.
A la casa de Igor, que vive con su madre y de su madre en un pequeño municipio de Ucrania, llega Stepan, un buscavidas que se ofrece como jardinero y que guarda un secreto que ni él mismo conoce cifrado en un misterioso tatuaje. De momento, Igor se pone un viejo traje de miliciano de Stepan para una fiesta de disfraces; seguro de que con él va a ser la sensación de la fiesta. Pero cuando sale a la calle vestido así, comienzan a suceder cosas muy extrañas: la calle está oscura y vacía; la gente lo mira con verdadero terror; cualquier cosa que dice puede ser escuchada por algún espía… Pronto llega a la conclusión de que ese traje le ha permitido viajar en el tiempo -literal- hasta la Unión Soviética de 1957 (la época del Sputnik y la perrita Laika, la época de Jruschov y el año en que se publicó por primera vez a Solzhenitsin). Y, también, de que esa época no se parece en nada al pasado nostálgico que, a veces, evoca su madre recordando viejos tiempos: la verdad es mucha más oscura y siniestra. Comienza un hilarante viaje al pasado donde Igor, ese chico vago y sin ambiciones, empieza a conquistar la soltura y la seguridad, se meterá en problemas y se enamorará de una mujer enigmática: todo lo que para él era imposible en el 2010.
«El jardinero de Ochakov» es una novela verdaderamente magistral. Una obra que mezcla el costumbrismo de los clásicos rusos (Tolstói) con la sátira de Gógol. En ella es fácil, también encontrar reminiscencias del «Matadero Cinco» de Vonnegut y del mejor Bulgakov; aunque KURKOV siempre se ha sentido más próximo a Kafka, y eso se nota. Su novela funciona como una herramienta para contar el pasado y conectarlo con el presente, intentando desmontar la «neohistoria» soviética construida por el gobierno de Putin.
ANDREI KURKOV ya no quiere, ni puede, pisar Rusia. Y leyendo esta novela, por ejemplo, comprendemos el por qué: «Lo que hago, nos dice, es expandir la realidad, porque la realidad fue lo suficientemente surrealista en las época soviética y postsoviética…, pero resulta que la realidad de ahora compite por ser mucho más surrealista. En Rusia todos sus libros están prohibidos, y parece que él está encantado: «Cuando me enteré de que un 80% de los rusos apoyan a Putin, decidí que no quiero que me lea nadie así».
Pues bueno, aquí lo leemos y leeremos con muchísimo placer y devoción.
Miguel Ibáñez. Librería en Alcañiz