Una de las cosas que más satisfacción me procura de este mi oficio, y más si es para vuestro agrado, es rescatar del olvido a algún escritor injustamente relegado. Sobretodo, este que os recomiendo hoy y que tuvo más literatura en su pluma que la mayoría de los que hoy pululan por las mesas de novedades de las librerías. Todo ello viene de la recuperación que ha hecho la editorial El Paseo de la novela «EL MUNDO SIGUE», una de las mejores de un escritor de fama desafortunada: JUAN ANTONIO ZUNZUNEGUI.
El libro fue llevado al cine magistralmente por Fernando Fernán Gómez en 1963, en una película homónima y que suponía una adaptación totalmente fiel de las escenas y trama del texto literario, por ello, en un momento dado, declaró: «Esta película no es original mía. Yo considero como su autor, por encima de todo, al autor del texto, y ese no soy yo. Es JUAN ANTONIO ZUNZUNEGUI, que como todo el mundo sabe, era un autor falangista, pero que considero que es el hombre que mejor ha llevado a la narrativa el enorme fracaso político de la posguerra española».Con esa especial atención del autor por «las quiebras de los personajes femeninos», la trama describe los caminos que siguen Eloísa y Luisita, dos hermanas de una familia de extracción humilde, para salir a flote de un ambiente lúgubre y axfisiante. Eloísa, una hermosa promesa, intenta que su hogar prospere, pero su matrimonio con un hombre sin provecho no hace otra cosa que complicarle la vida. Luisita, segundona pero osada no mirará mas que medrar a cualquier precio. Una rivalidad, ya enfermiza entre ellas, que se enconará hasta el extremo en un medio sórdido y claudicante: el Madrid de finales de los años cincuenta.
La crítica social de esta novela es tan llamativa y pertinaz que uno se pregunta cómo pudo un autor del calado de ZUNZUNEGUI sortear la censura franquista, puesto que la obra desarrolla todo tipo de situaciones sociales: la prostitución, la ludopatía, la violencia sexual, el machismo, el adulterio, la desigualdad social…; en definitiva, el profundo malestar y podredumbre moral de la sociedad española en aquellos días, con escenas que, en verdad, impactan al lector.
La extraordinaria calidad literaria de ZUNZUNEGUI es tal que es difícil de aceptar cómo un hombre que tuvo la fama, el reconocimiento y la repercusión en su época comparable a la de un autor como la de Miguel Delibes en la nuestra, fue cayendo en un lento olvido hasta la total desaparición de su obra en las editoriales. Quizás, su progresivo alejamiento de los cenáculos literarios y de la ideología del régimen nos pueden dar la clave.
Este prolífico escritor bilbaíno, de prodigiosa destreza a la hora de reflejar diálogos y ambientes y que retrato como pocos la realidad de su tiempo, murió en Madrid a la edad de 82 años. Y no cabe más que celebrar la reaparición en el mercado de esta soberbia novela que, de seguro, va a hacer las delicias de los buenos y lentos lectores.
Sin embargo, no me resisto a despedirme, aún a riesgo de alargar en demasía este espacio, sin contar una jugosa anécdota de ZUNZUNEGUI que, en su época, parece ser que llevaba fama de gafe. Por todo ello se le solía llamar Zeta Zeta, puesto que era más sensato no nombrarle por su apellido. Cuan Zeta Zeta entraba, por ejemplo, en el café Gijón se daba la alerta y los parroquianos ponían enseguida las manos sobre las mesas, para tocar madera. Un día, en dicho café, un joven poeta llegó esa tarde mostrando un libro dedicado por el «innombrable», y Eugenio Sánchez (primer director del semanario «El Caso») reaccionó arrancando la página dedicada del libro, la prendió con una cerilla y la arrojó por conjurar la suerte. El papel tuvo el capricho de ir a colarse por una rejilla al sótano del local, donde se almacenaba el carburo que alimentaba los quinqués y que en ese momento se encontraba anegado tras una tormenta veraniega. Cuando el autógrafo del escritor entró en contacto con los gases producidos por el carburo y el agua, el establecimiento explotó y los comensales supersticiosos salieron despedidos.
Miguel Ibañez. Librería en Alcañiz
Tulio dice
Muy bueno, Miguel. Bien contado y muy acertado.