En La Portellada había tantas ganas de volver a juntarse en una celebración, que este fin de semana los vecinos e hijos del pueblo dieron lo mejor de sí mismos para sacar adelante la programación de San Antón. Es uno de los santos más queridos en la localidad y así se hizo constar. De hecho, este año no se lo perdieron ni los Diablets, una figura de estas fiestas de invierno que La Portellada recuperó después de varios años sin gozar de su presencia.
Fueron ellos los que antes de la media noche del sábado recorrieron con sus chispas la plaza donde la leña que se había ido preparando a lo largo del día, aguardaba a ser prendida. La hoguera comenzó a arder y por la mañana el domingo todavía echaba llama. En torno a ella desfiló la procesión con la peana de San Antón a hombros y tras dar tres vueltas a su alrededor, se procedió a la bendición de los animales en la puerta de la iglesia.
Por allí desfilaron unos cuantos perros, una jaula con un periquito y tres cestas de mimbre. Las llevaban niños y captaron todas las miradas y sonrisas cuando se descubrió que en ellas iban dos lechones y una gallina. Todos querían fotos y, sobre todo, tocarlos. Y ellos, se dejaron hacer.
Así terminó un fin de semana de fiesta que comenzó el sábado temprano para recoger la leña para la hoguera, siguió con el montaje y con la recogida y posterior oferta de lotes de productos. El salón se llenó y las viandas entregadas fueron también considerables. El cura Pablo Roda comenzó la misa del día siguiente reconociendo la unión y el trabajo conjunto que había hecho el pueblo para sacar la fiesta adelante e invitó a continuar. Este año, además, se recaudaron fondos para restaurar las campanas del templo. San Antón en La Portellada dejó también tiempo para una buena ‘fesolada’ a la hora de comer y de una sesión de baile por la noche.