Las vergonzantes peripecias que ha sufrido el proyecto de recrecimiento del pantano de Santolea son de libro Guinness. Parones, modificados de proyecto y obstáculos que parecían insalvables. De su ejecución depende buena parte del porvenir económico del territorio, la agricultura y el riego a través de un río, nuestro querido Guadalope, tan irregular como bravo y valioso. Su regulación ha sido caballo de batalla histórico. En Aguaviva se consiguió parar la presa mastodóntica de su afluente el Bergantes en pro de la conservación de unas aguas vírgenes y privilegiadas. Aquella reivindicación por suerte nos hizo volver a mirar al río, a conocerlo, a valorarlo. Si los vecinos no hubiesen levantado la voz probablemente hoy estaría en ciernes de morir por una causa cuyas razones siguen sin justificarse. Esas aguas que reciben el agua limpia del Bergantes hoy han muerto. No sabemos durante cuánto tiempo, ni si volverán a ser lo que eran. Lo vergonzoso no es solo la enorme pérdida ecológica que hemos sufrido, sino la manera gratuita y descontrolada en la que de golpe y porrazo se han ventilado lo que tanto ha costado preservar. El desembalse de Santolea comenzó en octubre. La presa, con casi un siglo de antigüedad, acumulaba en su fondo toneladas de lodo a los que se añadió las consecuencias de la gota fría esos días. Recuerden su virulencia, cómo afectó al agua de boca de varios municipios a causa de la turbidez, incluido Alcañiz. Las depuradoras no podían con ello. Todo ese lodazal ha colapsado el Guadalope en 30 kilómetros. Esta obra no obstante contaba con una Declaración de Impacto Ambiental que contemplaba, al menos en teoría, medidas más que suficientes para controlar esto a través de una balsa de decantación para evitar que el barro se acumulara en los fondos y superficie del río. A la vista del desastre, debe ser del tamaño de un pozal.

Lo gordo es que no teníamos ni la más remota idea de que esto estaba sucediendo. Sigue ocurriendo, el barro continúa saliendo sin control. Es morrocotudo. Nadie mira al río ni al control de una obra reivindicada, que supondrá una inversión de 24 millones en 4 años. La asociación Ríos con Vida denunció la situación, gracias. El tema se elevó a los medios de comunicación, y ahora, ¡ay, caramba!, Fiscalía de Medio Ambiente, Confederación y Gobierno de Aragón investigan lo ocurrido… bueno, más bien, a quién cargarle la responsabilidad de esta salvajada. ¿Nadie vio que el agua que desembalsaba durante días era un auténtico chorro de fango directo al río limpio? Ahora, está por ver si el daño seguirá arrastrándose hasta Alcañiz y Caspe. Cuando llegue aquí nos echaremos las manos a la cabeza.

Todos los frezaderos, zonas recuperadas por voluntarios para el desove de la trucha autóctona, se han perdido. Todos los animales han muerto asfixiados y atrapados por el barro. El lodo colmata el fondo y el lecho del río. Además, ha dañado el abastecimiento de agua de Aguaviva, donde solo tienen suministro gracias a un pozo alternativo. En un mes se quedarán sin agua de boca. Nadie les da respuesta.

Es escandalosa la forma arbitraria e impune con la que se sigue actuando. No sé cuál será el importe de la multa, ni quién la pagará. Seguramente, será muy pequeña en comparación con la gravedad de lo que se ha destruido y la forma de hacerlo. Sale muy barato abrir algunos grifos de fango sin control en este país, y más si es en una zona como Satolea, en la que sus últimos habitantes fueron expulsados de allí en 1972. Solo nuestro amigo centenario Miguel Perdiguer se pasea de vez en cuando por allí. Dice que el barro sigue saliendo y hay lodazal para años, al menos hasta que terminen las obras. Cree que con poner una tubería sobre el barro para canalizar el agua sería suficiente. ¡Qué sabrá él!