Mariángeles Cañada apura los últimos días de vacaciones en su Oliete natal, el punto de reunión anual por excelencia de la familia durante este mes. Realmente los Cañada nunca se han ido del pueblo. Además de que presumen de Oliete allá por dónde van, su vínculo con la localidad, sus tradiciones y su vida social y cultural es irrompible estén en el pueblo o no.
Este agosto, que duda cabe, también ha sido especial para todos ya que la pandemia ha cambiado la programación de un mes festivo. No hubo misa en latín el día 15 y San Bartolomé tampoco fue como siempre. A ambas tradiciones están muy vinculados los Cañada pero esta vez ha habido que adaptarse. Lo que no ha cambiado ha sido la estancia en el pueblo.
Aunque siempre ha vivido en Zaragoza, Mariángeles Cañada Peña nació en el pueblo en 1951. «Mi abuelo materno era médico aquí», sonríe. Habla desde la casa que comparte con su familia, entre ellos, su hermana Nati, quien la propuso para esta sección y con la que expuso en 2009 en Albalate del Arzobispo. Pocas veces ha exhibido su obra Mariángeles. Ella misma calcula que quizá una más en el Palacio de Montemuzo de Zaragoza como miembro de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. Fue nombrada académica de número en 2017 y presentó la obra «Retrato de la reina María Luisa de Parma». «No me prodigo nada, organizar una exposición lleva muchísimo trabajo y yo le he dedicado todo mi tiempo a la academia», argumenta. Se refiere a la academia que a mediados del siglo XX abrió su padre Alejandro Cañada en Zaragoza.
Ella aprendió a pintar con él y es la que tomó el testigo del Estudio Cañada. «Empezó a dar clase en casa, cada vez cogía más espacio y la habitación era academia de tarde y dormitorio de noche. Llegó un momento en que ya no cabían y ya abrió el estudio», recuerda divertida. Comenzó a pintar con él y luego, durante años, pasaron muchas horas juntos corrigiendo. «Durante años estuve aprendiendo a enseñar», reflexiona. «Mi padre además era muy exigente con el dibujo y yo también, es una academia y como tal, al artista se le enseña a hacer lo que quiere hacer y no lo que le sale», explica. Aunque tiene relevo en su hijo Carlos Carnicer, ella continúa con sus rutinas en el estudio. Las mañanas las dedica a pintar sus obras y las tardes, a dar clase. «Es muy gratificante, mientras pueda yo continuaré», señala.
Entre el alumnado hay horquillas muy amplias de edad, desde niños hasta gente de 90 años, y son muchos los nombres que han hecho carrera a partir de su paso por el estudio. Son los que llevan en cierto modo el sello Cañada impregnado en sus propias obras. La propia Nati Cañada o Natalio Bayo entre otros muchos han pasado por allí. «Durante un tiempo en Zaragoza nos llamaban «los florentinos» por el estilo. Un orgullo, sin duda», añade. El estudio regresa a la actividad con las nuevas medidas. Es grande y los alumnos siempre han estado mezclados en el mismo espacio, nunca ha habido separaciones por técnicas o edades. «Enriquece mucho, es un buen ambiente», comenta.
Obra para espacios institucionales
La obra de Mariángeles Cañada está reservada a los ámbitos más institucionales y fuera del disfrute del gran público. Como buena Cañada es una gran retratista y por delante de sus lienzos han pasado numerosos personajes, entre ellos, los presidentes del Gobierno de Aragón.
Sus cuadros visten las paredes de las Cortes, ayuntamientos, la Universidad de Zaragoza o los colegios oficiales de abogados o notarios, entre otras instituciones. Aunque en el estudio también imparten pintura al natural, este método es una buena base y queda cada vez más relegado al aula. Mariángeles trabaja el retrato a raíz de un encuentro con el protagonista, la toma de fotos y otro encuentro para retocar. «Son horas de posado para gente con unos cargos que no disponen de tiempo», dice. «Cuando alguien está posando para ti es muy cercano, es una persona más contigo. Anoto las sensaciones que percibo en ese primer encuentro de la toma de fotos porque el reto es ese, se trata de huir de la imagen institucional y conseguir pintar a la persona que hay dentro de ese cargo», concluye.
antonio germán torres dice
Como homenaje a Mariangeles y a Nati, quiero aportar un recuerdo especial. La vinculación de su padre con los Maristas de Zaragoza que fue muy importante. En los amplios corredores del colegio en San Vicente de Paúl, expuso Cañada algunas de sus mejores obras. Con motivo del Congreso Mariano de Zaragoza el Colegio le encargó una Inmaculada Concepción que presidió la escalera principal, justo enfrente de la Capilla. Creo que Nati recordará siempre ese retrato. Si no estoy equivocado fue la carita de Nati la que pintó su padre.
Nuestra yaya Isabel Navarro y Angeles Peña la madre de Nati y Mariángeles fueron compañeras de colegio, intimas amigas durante toda su vida, y nos transmitieron siempre su admiración por Alejandro y su obra. En mi ultima visita a mi colegio, ahora en el Actur, pude ver de nuevo nuestra querida Inmaculada presidiendo la sala de reuniones. Lo que la familia Cañada ha dado a Aragón merece una obra importante. Ojalá la veamos pronto.
Vecino de Oliete dice
Unos Grandes Artistas toda la familia Cañada, y en Oliete muy queridos y respetados.
Como dice Mariangeles son Olietanos de pura cepa.