Ha sido el encargado de abrir un encuentro que se celebra por primera vez y en Alcañiz. ¿Qué le llevó a aceptar?
Primero, es que soy fácil y me dejo y, segundo porque hacía mucho tiempo que escuchaba hablar de Alcañiz. Suena demagogo pero hace mucho que me invitaba un amigo fotógrafo que hace talleres de vez en cuando aquí y ya me daba curiosidad.
Este año suma un nuevo libro a su extensa carrera de escritor y periodista. ¿Qué cuenta en ‘Ñamérica’?
‘Ñamérica’ es una forma de llamar a la América que habla en castellano y es un intento de contar y entender qué es ahora América Latina. Creo que es una región sobre la que tenemos muchos prejuicios y muchos de ellos corresponden ya a épocas pasadas. Valía la pena mirar de nuevo y ver qué hay.
Entiendo que hace tiempo que se fraguó este libro. ¿Vio que era el momento?
En realidad llevo más de 30 años recorriendo la región para contarla pero se me ocurrió hacerlo hace un poco más de tres años. Fue en una reunión en San Salvador con periodistas de casi todos los países latinoamericanos en la que cada uno hablaba sobre América Latina. Nada me parecía satisfactorio ni interesante, me parecía que estábamos hablando una vez más con viejos clichés, con lugares comunes de un continente que en los últimos 40 años ha cambiado muchísimo. Valía la pena, insisto, en volver a mirar para tratar de volver a entender.
¿No nos conocemos España y América Latina?
Últimamente me han preguntado sobre qué pasa con las relaciones entre España y América Latina y yo digo que mientras se siga hablando de relaciones entre España y América Latina, la cosa va mal. Empiecen a hablar de relaciones entre España y México, España y Ecuador, España y Argentina… Son países. No es por un lado España con sus 45 millones de habitantes, y por otro, América Latina que tiene 450 millones y son 20 países. Mientras España siga pensando en términos imperiales sobre América Latina, no va a poder relacionarse bien.
Recientemente ha saltado a la palestra el tema del colonialismo con derribo de estatuas incluido. ¿Qué sucede?
Cuando estaba escribiendo el libro, jamás pensé que se publicaría en un momento en que hubiera tanto debate sobre el tema de la conquista que parecía algo ya muy pasado después de 500 años. Creo que son viejos trucos nacionalistas. De vez en cuando, los del lugar que sea -ya sea de aquí o de allí-, resucitan viejas querellas para tratar de distraernos. Nos dirigen la mirada hacia Hernán Cortés o las glorias imperiales o Moctezuma para que no miremos lo que están haciendo ellos en sus propuestas de gobierno. Tanto en México con López Obrador, como aquí con la gente de Vox o del PP con Ayuso diciendo no sé qué tonterías…
¿Qué papel juega el periodista cronista para trasladar la realidad de un país?
Me importa mucho mirar y escuchar. Por ejemplo, para ‘Ñamérica’, lo primero que tenía que hacer era viajar a las grandes ciudades más importantes y contarlo porque uno de los grandes cambios de la región en las últimas décadas ha sido que pasó de ser sobre todo rural a ser sobre todo urbana. De hecho, América Latina es la región con mayor proporción de población urbana del mundo. A partir de visitarlas puedo empezar a contar. Para mí el cronista es decisivo en esa medida: ir, mirar y escuchar a las personas. Tratar de entender cómo funcionan las cosas en lo cotidiano te da la posibilidad de pensarlas después en escalas más amplias.
¿Cuál es su procedimiento de trabajo?
Si yo supiera… (ríe). Cuando quiero contar un lugar, como en el caso de ‘Ñamérica’ el esqueleto del libro son largas crónicas sobre México, Bogotá, Buenos Aires, La Habana, Caracas, Miami,… el procedimiento empieza por leer sobre esos lugares. Por tratar de descubrir cuáles serían las ocho o diez situaciones, rasgos o historias que me permitirían definirlos. Después, llegar al sitio y tratar de ir a esos lugares o encontrar a esas personas sabiendo que todo eso va a ser modificado en la práctica y en la búsqueda porque uno llega con unas ideas y se encuentra con que algunas no tienen sentido y que hay otras más interesantes. Se trata de trabajar siempre con ensayo y error, buscar, buscar y buscar y ver qué se encuentra y para eso a veces tienes muy buena ayuda con gente del lugar. Yo trabajaba con fotógrafos locales y me sugerían cosas que hacíamos. Se trata de estar abierto.
¿Y las editoriales son abiertas a este tipo de historias?
Yo a estas alturas tengo un contrato sólido con Penguin Random House y publico todos mis libros con ellos. Es cierto que en prensa no hay mucho lugar para publicar este tipo de artículos largos y, sobre todo, no hay mucha oportunidad de producirlos. Cuesta algún dinero, tampoco fortunas, pero los medios últimamente la mayoría no quieren hacerlo. No conozco ninguna época en la que hubiera sido fácil y no creo que ahora sea más difícil que en otras.
La Globalización ha puesto al público en otra situación. ¿Ha cambiado la manera de consumir información? ¿La sobreinformación tapa lo importante?
Es curioso porque la dificultad para informarse cambió en los últimos 20 ó 30 años. Cuando empecé a viajar para contarlo, estaba en Buenos Aires y las únicas fuentes previas que tenía para el viaje era ir a una biblioteca que había de un instituto norteamericano donde tenían algunos números de National Geographic y de New Yorker y otras revistas que hacían grandes reportajes. Buscaba durante horas hasta que quizá encontraba uno o dos sobre la historia, situación o lugar al que quería ir a contarlo. La dificultad era encontrarlo y ahora, en 0,028 segundos en una búsqueda de Google tienes mucho más material del que vas a poder consumir en toda tu vida sobre cualquier cosa. La dificultad ahora no es encontrar, es discriminar. Es un ejercicio difícil como antes lo era encontrar cosas y solo hay que cambiar de ejercicio.
Obliga al usuario a ser más proactivo a la hora de tener la información.
Sí, pero al mismo tiempo es una riqueza de datos que circula que es realmente extraordinaria. Sé que está de moda hablar mal de internet pero a mí a veces me maravilla la facilidad con la que uno accede a infinita cantidad de informaciones que antes te costaba días encontrar. Es una tontería, pero ya en Alcañiz a la noche en el hotel me dio curiosidad saber quién había sido el rey Martín I de Aragón, mi tocayo. En otro momento me habría tenido que tragar mi curiosidad y todavía me la estaría tragando hasta que puedas conseguir una enciclopedia. En cinco minutos conocí unas cuantas cosas sobre él.
Desde que existe internet ya nadie se queda con la duda.
(Ríe). No. La duda es un lujo últimamente.