Alberto Toro (Teruel, 1980) da clase a 4 escolares de 3º, 4º y 6º de Primaria en Pitarque, pueblo al que llegó hace 14 años «de rebote» y donde aplica métodos de Harvard, Boston o Italia. Ser maestro «no fue vocacional» pero el deseo de «hacer algo por los demás» pesó en su decisión. Ejercer esta profesión en el medio rural le permite hacerlo «de un modo holístico». Enseña a sus alumnos a «no matar nunca la curiosidad» porque es el motor de aprendizaje de todo y de crecimiento. Para él Pitarque es un lugar de continuo descubrimiento. «Quizá absorba más porque te implicas más pero como docente te llevas verlos crecer, convivir, tomar ejemplos y aprender a decidir entre ellos. Es muy bonito ver esa progresión y el afecto que te muestran», asegura.
¿Qué une a Pitarque con Harvard?
Formamos un grupo de seis docentes de aquí y realizamos cuatro cursos durante dos años con la Universidad de Harvard y su Project Zero. Lo hicimos online pero se puede hacer presencial yendo un verano. También viajamos a Italia, a formarnos en Reggio Emilia, que consideran la meca de la educación. Yo por mi parte sí que estuve en Boston con la asociación TBL (Aprendizaje Basado en el Pensamiento) y en el curso estaba el director de Harvard con David Perkins, Robert Swartz y el psicólogo Howard Gardner.
En Pitarque la escuela trasciende el edificio. ¿Qué presencia tiene?
Se trata de seguir el desarrollo de cada alumno de un modo holístico, en su conjunto. En Reggio Emilia lo definen como la pedagogía de la escucha. Hay que observar cómo aprenden aplicando la inclusión y, sobre todo, la individualización. Una ratio con pocos alumnos y el entorno te permite hacerlo porque escuela es todo lo que nos rodea, tanto el lugar como las gentes. También trabajamos con todos los entes posibles. Cuando vienen los ambientólogos de la Universidad de Valencia vamos al río a aprender y lo mismo con los forestales u otros tantos.
¿Cómo se capeó la pandemia?
Todos los días hablaba con las familias para que mantuviesen el apoyo afectivo. En la ruralidad es posible este seguimiento y más en mi caso porque son cuatro. Lo primero era preguntar cómo estaban y a partir de ahí tres horas de clase online para que se relacionasen. Partíamos de propuestas de Reggio Emilia y Harvard, que hicieron webinars tratando este asunto, y cuando se pudo salir tratamos de relacionar el aprendizaje con su contexto inmediato y que no se redujese a la casa. Hicieron desde maquetas de su calle hasta juegos con los sonidos cotidianos. En este curso, aunque con restricciones, vamos llevando la máxima normalidad. Es muy importante el afecto, el contacto humano es alimento.
¿Por qué eligió la docencia?
No fue vocacional. Me gustaba desde Filosofía hasta ser documentalista buzo de National Geographic, pero siempre quise hacer algo hacia los demás. Elegí Magisterio porque estaba en Teruel y luego seguí en más ciudades y en todos los cursos que pude.
Para no ser vocacional, no se queda en su zona de confort. ¿Qué le mueve? ¿La curiosidad?
Sí, y eso es una de las cosas que te marcan en Harvard: no matar nunca la curiosidad porque es el motor de aprendizaje de todo y de crecimiento. Al dicho de que la curiosidad mató al gato yo le añado que entonces salió el tigre. Como la vida es corta pienso que lo que te pique hay que intentar comprenderlo para poder amarlo.
Para usted Pitarque tiene que ser un descubrimiento continuo.
¡Total! He tenido esa suerte. Quizá absorba más porque te implicas más pero como docente te llevas verlos crecer, convivir, tomar ejemplos y aprender a decidir entre ellos. Es muy bonito ver esa progresión y el afecto que te muestran. Que qué hacía aquí me preguntaban desde la ciudad. Pues trato de ser feliz, como todo el mundo. He trabajado en centros grandes y me tocó en Pitarque por casualidad en el concurso. Estar es mi obligación como funcionario y servidor público, porque el mismo derecho tienen aquí que en otro lugar. Por tema personal me gustaría acercarme a Teruel y me fijé un tiempo al llegar, pero profesionalmente mi plan es Pitarque y aquí llevo década y media.
Esto no lo tiene todo el mundo tan claro y hay problemas para cubrir plazas. ¿Le parece que con la pandemia está habiendo un cambio de mirada hacia los pueblos?
Me encantaría que así fuese, sobre todo por la pobre gente que está como sardinas en lata en las ciudades padeciendo sin tener tiempo para pensar, reflexionar y verse a sí misma. El entorno natural es una maravilla, da seguridad para los niños, individualización en el aprendizaje y el entorno natural está para el desarrollo armónico en la persona. Creo que hay cierto cambio y hay lugares que funcionan muy bien pero van con su propia iniciativa como Oliete y Apadrina un Olivo. Eso, y acceso a vivienda es algo fundamental. Ahí hace falta más implicación del gobierno y entre todos los técnicos y técnicas que hay, podrían explorar las posibilidades de los pueblos que no se reducen a ganadería extensiva o parques eólicos. Este verano participé en el Consejo Escolar de Aragón y se supone que están haciendo un informe. Hay opciones de desarrollo en los pueblos y con internet, todavía más.
Escuela rural va unido a innovación pero, ¿desde ahora o es que se le está dando más visibilidad?
Creo que con el tema de la despoblación se está visibilizando. Es bueno, es lo que en Hardvard llaman el aprendizaje visible porque lo que no se visibiliza no existe.
Manuel dice
Un ejemplo a seguir, excelente educador, muy cercano, buen amigo y excelente persona