En casa de los Romeo Vallespín fijan en un «de toda la vida» su relación con los tambores y bombos. «Es una tradición que llevas tan dentro que no se pregunta, y si en casa se siente así, ya desde pequeño formas parte de esto», reflexionan María, Raquel y Jaime al tratar de buscar una explicación. No la tiene, como tampoco la tienen todas las sensaciones que sienten. «¿Que si hay ganas este año? Muchas. Volver a escuchar tambores ya ensayando pone la piel de gallina», dicen y apuntan: «Y hay ilusión».
Los tres hermanos son parte activa de la Semana Santa de Urrea con sus tambores en las procesiones. «No nos hemos dejado ninguna hasta que nosotras nos casamos con hijaranos, vivimos allí y ha habido que repartirse», ríen las hermanas. Así lo hicieron Raquel y su marido José Mª Esteban cuando sus hijos Irene y Daniel eran pequeños. «Nos veníamos los tres pero ya de mayores se quedan en Híjar y yo me reparto». Lo mismo que María, que también hace encaje con Eloy Salvador y la hija de ambos, Daniella, que acaba de cumplir los 8 años. «Rompemos la Hora cada año en un sitio y este nos toca en Urrea. Los otros dos días nos repartimos entre los dos pueblos y cuando ella sea mayor que decida», dice la madre.
El tambor predomina pero también aparece el bombo. Fue el origen para los tres pero es Jaime, al igual que hiciera su padre Alfonso hasta hace unos años cuando lo cambió por la peana, quien ha seguido con la maza. Además, comparte toques con su hermana María en el grupo que representa al pueblo con la Ruta. «Hemos seguido todos, incluso mi marido, que después de mucho tiempo sin tocar porque se ha dedicado a la hostelería, hace unos años volvió», apunta Raquel.
La mezcla de esta familia se extiende a La Puebla, localidad de la que procede Alfonso Romeo, que se casó con la urreana Mª Jesús Vallespín. «De bien pequeños nos llevaba a alguna procesión a La Puebla», recuerdan los tres, así que, los Romeo no solo conocen la Semana Santa urreana. «Nosotros sí que sabemos lo que pasa en los pueblos de alrededor», ríen, y aseguran que, aunque siempre tire más su pueblo, «cada Semana Santa tiene sus momentos y características que la hacen especial».
Esta opinión la comparten los hijaranos de la familia. Para Eloy Salvador, en estos casos lo importante es compartir. «A efectos es lo mismo, la raíz del tambor es la misma y los toques son muy parecidos, también la indumentaria y, desde luego, las ganas. Solo hay que verlo cuando nos juntamos en Jornadas, vamos todos en la misma sintonía», dice. Reconoce que la Semana Santa de Urrea le sorprendió por lo personal y familiar que es, algo tan distinto a lo que él estaba acostumbrado. «En Híjar, que quizá es más publicitado, hay mucha gente mirando pero vienes a Urrea y no ver a nadie en las aceras porque todo el mundo está dentro de la procesión, impresiona. Es muy familiar, muy íntima y creo que tiene mérito mantener que eso siga siendo así», añade ante la afirmación de María y de su cuñada, que experimentaron lo mismo pero a la inversa. «La primera vez que salí a Romper la Hora en Híjar se me hacía rarísimo tener que salir con antelación de casa. Ya me di cuenta cuando llegué, es algo que sobrecoge», sonríe.
Los hermanos destacan el Entierro como procesión sobria y que tan bien refleja la esencia urreana. Y como momento especial señalan al Cese del Toque, más concretamente a los minutos previos con los nervios que hace apurar redobles sabiendo que es el final. «Te quitas el tambor y te despides de gente a la que no verás en un año. Acaba todo», dicen. El último Cese fue en 2019. En la primavera de 2020 la vida se paralizó pero Daniella, que entonces tenía 6 años, le dijo al mundo cantando desde casa con su padre a la guitarra, que «el sol brillará». Y brilla, y la vida sigue, suenan tambores y llegará otro Cese quizá más intenso y especial.