El médico cumple 100 años. Sigue conduciendo, comprando y viviendo con una salud excepcional
Quien lo conozca por primera vez no diría que cumplió este jueves 100 años. Miguel Perdiguer desprende vitalidad a raudales. Ha sido el pediatra de muchas generaciones de alcañizanos y sigue siendo la memoria fotográfica del Bajo Aragón Histórico gracias a las más de 120.000 fotografías propias que conserva en su archivo. Recibe a quien firma este reportaje en su domicilio de Alcañiz con una energía que sorprende. Sus gestos son pausados pero certeros y demuestra una memoria prodigiosa que le lleva a recordar que su primera cámara de fotos le costó 12,90 pesetas en 1935. Enseguida te dirige a su despacho, en el que pasa parte de sus mañanas siguiendo una marcada rutina que incluye leer dos periódicos al día y acudir todas las tardes a su huerta. Esa habitación contiene su esencia. Colgado en una pared conserva el título de su licenciatura en Medicina en Zaragoza y guarda como un tesoro en un armario su primera cámara que, como todo en Miguel, conserva una anécdota detrás.
Se sienta en la mesa de escritorio de madera que lleva décadas acompañándolo y comienza a recordar. La emoción y la voz entrecortada llega, como no podía ser de otra forma, hablando de su Santolea natal, de la que solo quedan las ruinas debido a su abandono por la construcción del pantano. Hace tan solo dos meses se subió a la lancha motora de su amigo Gregorio Olmedo para recorrer la presa para hacer fotos por última vez antes de que comience el recrecimiento.
Allí, en Santolea, nació tal día como ayer hace 100 años en el seno de una humilde familia dedicada al campo. Su madre, Trinidad, tuvo cuatro hijos aunque solo los dos pequeños sobrevivieron. Entonces Santolea contaba con casi 800 vecinos y alrededor de 60 niños en la escuela.
Al igual que hicieron el resto de familias, los Perdiguer emigraron con la construcción del pantano. Sus aguas inundaron las fértiles huertas y los principales caminos. Escogieron para instalarse la cercana localidad de Mas de las Matas, donde Miguel llegó con 11 años. Allí su padre, de mismo nombre, compró huerta con lo poco que les dio la CHE por los terrenos expropiados y montó un vivero de árboles frutales.
El maestro aconsejó a la familia que diera estudios a su hijo Miguel porque le veía futuro. El primer año de explotación el vivero dio un rédito de 1.000 pesetas de ingresos brutos por lo que su padre hizo cálculos y comprobó que podía mandar a su hijo a un colegio «de segunda fila» de Zaragoza. «Era un hombre avanzado, tenía una idea de la cultura muy acusada», comenta el médico. Entre las clases y dormir interno el coste para la familia era de cuatro pesetas diarias.
Su buen expediente le acompañó también en Zaragoza. De hecho, como su ilusión era tener una bicicleta, algo que su familia no se podía permitir, le prometió a su padre que si se la compraba estudiaría dos cursos en un año para así ahorrarle dinero. Así fue y, como siempre cuenta Miguel, gracias a una bicicleta pudo estudiar la carrera de Medicina. «Terminé el Bachillerato en junio y en julio comenzó la Guerra Civil y me tuve que incorporar al ejército. Si me llega a pillar la guerra sin terminar los estudios puede que no hubiera podido estudiar Medicina y me habría decantado por una carrera más corta», explica.
Terminó la licenciatura en 1944 y también acortó un año estudiándola en cinco. Durante esos años vivió en una «casa de patrona» con una familia que alquilaba una habitación en su casa. Después estuvo alrededor de un año de médico en Beceite pero lo dejó para marcharse a Madrid para estudiar Puericultura durante dos años. «Era la especialidad más relacionada con la medicina interna y que a la hora de montar su propia consulta no tenía que realizar mucho gasto para comprar aparatos», precisa.
Por aquel entonces no existía la Seguridad Social y los médicos atendían en sus consultas privadas. Tras la especialidad se asentó en 1947 en Alcañiz, localidad de la que ya no se ha marchado. Abrió su primera consulta en un edificio de la calle Mayor reconstruido después del bombardeo. Llegó en julio solo y en octubre se casó con su novia María. Se conocieron en Mas de las Matas y por aquel entonces llevaban 11 años festejando. Comenzaron su relación cuando ella tenía 14 y él 17. Con su mujer fue muy feliz y tuvo tres hijos: Jesús Miguel, Mª Carmen y Mercedes. Tiene dos nietos, Eduardo y Fernando. Ambos son farmacéuticos en Zaragoza y le han dado cinco bisnietos de nueve a dos años y medio. Todos ellos se reunirán el domingo en una gran comida familiar para celebrar su aniversario.
Hasta los 80 años como pediatra
Miguel siempre ha ejercido de forma privada desde que abrió su consulta con 28 años y hasta que se jubiló con 80. «Cuando se creó la Seguridad Social no quise incorporarme como pediatra porque estaba acostumbrado a dedicarle a los niños todo el tiempo que consideraba y no entendía que en una hora tuviera que ver a una veintena, era imposible», comenta. Eso sí, con la Seguridad Social llegaron las Urgencias y con ello, dejó de tener que estar disponible las 24 horas del día. «A lo mejor me llamaban a las once de las noche, volvía dos horas después a casa y al rato tenía otro aviso. No tenía coche e iba andando», afirma.
Nunca dejó de aprender y después sí que se incorporó a la Seguridad Social y en el Hospital, primero municipal y después de la Diputación, como endocrino y anestesista, especialidades para las que se preparó más tarde. «Entonces no se hacían transfusiones, fui a aprender al Instituto Nacional de Hematología y me ofrecí al alcalde sin cobrar para cuando me necesitaran», precisa.
Como anestesista comenzó cuando llegó un cirujano de Madrid y no podía desarrollar de labor bien. Entonces se encargaban de ello las monjas, el practicante e incluso, en caso extremo, el portero del Hospital. Se ofreció a prepararse durante un mes en un curso en Santander con especialistas de todo el mundo y, al regresar, introdujo la anestesia moderna en Alcañiz.
Cuando comenzó la licenciatura la medicina comenzaba a hacerse científica por lo que ha conocido su gran revolución del último siglo. «El gran salto fueron las sulfamidas. Antes las pulmonías tenían un 25% de mortalidad y después con dos pastillas se lograba curar», explica.
Más de 12.000 fotos en su archivo
La otra gran faceta por la que se le conoce es por contribuir, gracias a sus instantáneas, a la memoria gráfica del Bajo Aragón Histórico. De hecho, a sus 100 años aún se le puede ver retratando los principales acontecimientos de la zona. Se compró su primera cámara, que aún conserva, con 16 años cuando en una excursión escolar a Loarre se quedó «sorprendido» al ver las fotos que hacía un compañero. «Lo vi como un héroe y pensé que si él, que iba detrás en clase, podía hacer fotos, yo también». Tiene en su archivo más de 120.000 instantáneas y es que le gusta retratar «todo lo que se le presenta delante». «Las fotos bonitas no tienen que ser especiales, debes ver lo que otro no ve», comenta.
Ha ganado dos premios nacionales de fotografía entre otros muchos reconocimientos. Estos se suman al Premio al Mérito Profesional de la Real Academia de Medicina de Zaragoza en 2007, al premio Bajoaragonés de Honor del Grupo de Comunicación La COMARCA en 2008 y al «honor» de ser pregonero de las fiestas de Alcañiz en 2009.
Carmen Inigo Zaera dice
Querido tío
Soy Carmina Inigo Zaera, hija de Carmen y Fernando. He leído el artículo de tu centenario y me alegra ver tu vitalidad , igual que me emociona leer tus experiencias como colega que soy. Un abrazo muy fuerte de tu sobrina
Miguel Perdiguer Aguilar dice
Hola sobrina! Me alegro mucho de que te hayas acordado de mí en un día tan señalado .Hace tiempo que no sabía de ti y me alegro de que haya sido por un motivo como este .Me gustaría saber dónde estás y qué es lo que estás haciendo ahora.Mi mail es miguelperdiguer@telefonica.net
Me alegrará mucho saber de ti un beso muy grande de tu tío
Yasmina Marzo Rins dice
¡Qué ilusión volver a ver a D. Miguel! Mi pediatra de toda la vida, íbamos a su consulta desde Andorra. De él recuerdo su ternura y de que se pegaba un buen rato hablando de fotografía con mi padre, Joaquín Marzo, aficionado al tema. De su consulta recuerdo el gran cuadro con una niña con impermeable rojo bajo la lluvia, que yo pensaba que era Caperucita. Si llega a leer esto, un abrazo muy fuerte, Don Miguel.
Miguel Perdiguer Aguilar dice
Hola Yasmina!
Me ha hecho mucha ilusión oír tu comentario y también recordar a tu padre . La verdad es que me alegra mucho de que te dejara esa impresión de tus visitas a mi consulta.
Un beso muy grande de tu pediatra centenario
Ana Inigo Zaera dice
Querido tío Miguel, soy Ana Inigo Zaera, hija de Carmen Zaera y Fernando Inigo.
Feliz cumpleaños centenario!!!!!
Me he alegrado mucho de saber los cien años explendidos que has vivido
Te deseo todo lo mejor
Un abrazo muy fuerte
Miguel Perdiguer Aguilar dice
Hola Ana!
Me alegra mucho saber de ti sobrina .
Qué es de tu vida ?donde estás?
Te paso mi mail para que me escribas me haría mucha ilusión .
Un beso muy grande de tu tío centenario .
miguelperdiguer@telefonica.net
GUIHENEUF dice
Hola Querido MIGUEL
Que buenas las tomates
Que pases un buen dia
Un abrazo muy fuerte de parte de
Monica Alain Mattin y Mael
Georgina Artal Latorre dice
Muchas felicidades en su cumpleaños. Mi nombre es Georgina Artal Latorre. Quiero agradecerle todas y cada una de las visitas que nos hizo, tanto en su consulta como en nuestra casa. A su profesionalidad hay que añadirle su humanidad y cariño con el que nos trataba. Es un referente para todos.
Un abrazo muy grande