Un nuevo virus muy contagioso, con gran capacidad de propagación y una importante tasa de mortalidad, nos ha cambiado la vida. Esta afirmación puede parecer una obviedad pero, tras más de mes y medio de confinamiento, con estrictas medidas de distanciamiento social y normas de protección e higiene, lo cierto es que seguimos teniendo más dudas que certezas.

Nos queda un camino por recorrer bastante largo hasta volver a hacer vida normal, o en su caso, adaptarnos a una «nueva normalidad» todavía no definida.

Esta incertidumbre, la sensación de inseguridad, las restricciones de derechos y la incredulidad ante lo que nos está pasando, nos afecta a todos. Afecta en la toma de decisiones, poniendo en cuestión la seguridad del «estado del bienestar» en el que convivíamos hasta ahora. Continuas correcciones y sucesivos decretos, presupuestos paralizados para disponer de fondos, decisiones polémicas… Es evidente que no estábamos preparados adecuadamente y han existido en ocasiones errores y precipitación, pero usar esta pandemia como arma política contra los gobiernos de turno, del color y el ámbito que sean, me parece deleznable y poco útil.

Esta situación afecta también de gran manera a muchos sectores de la economía, a nuestras relaciones sociales, a la educación de nuestros jóvenes, por supuesto a los servicios esenciales que se enfrentan a la situación en primera línea… Pero principalmente y lamentablemente, esta pandemia afecta a la vida. El mundo ha parado porque el virus mata. Nadie puede ni debe tapar el drama de las familias que han perdido a sus seres queridos, son tantos que de una u otra manera nos ha tocado de cerca a todos y cada uno de nosotros. Y por eso mismo, debemos ser cautos, prudentes y evitar precipitaciones a la hora de transitar hacia la «nueva normalidad». Por respeto hacia los que se nos han ido y por responsabilidad para que no suframos un segundo brote incontrolado y masivo, como ha ocurrido en las semanas pasadas.
Estos últimos días se han establecido medidas que alivian parcialmente el confinamiento, siempre manteniendo el distanciamiento social. El pasado fin de semana fue con los niños y el próximo fin de semana es factible que se permita salir a la calle a pasear o hacer deporte. El «urbanocentrismo» imperante ha impedido hasta ahora determinadas medidas que flexibilicen el confinamiento en el medio rural, como la gestión de huertos de autoconsumo o la movilidad hacia fincas familiares ubicadas en el mismo término municipal de residencia. Espero y deseo que se resuelvan pronto estas circunstancias y que los habitantes del medio rural demostremos igualmente responsabilidad y sentido común.

También se empieza a configurar la «desescalada», en valorar los criterios e indicadores que son necesarios para ir abriendo la mano a las estrictas medidas que se han impuesto estas semanas. Es muy probable que las primeras zonas que se planteen para la desescalada puedan ser algunas zonas rurales, aunque a mí me siguen surgiendo más preguntas que respuestas…

¿Qué pasará este verano con las segundas residencias en nuestros pueblos? ¿Habrá mecanismos de control y pruebas fiables que permitan su uso por la población vinculada a los pueblos que residen habitualmente en zonas urbanas o esta circunstancia es totalmente descartable?

¿Qué pasará con la economía local, con nuestros negocios y servicios, con nuestra forma de vida? ¿Se habilitarán por fin las prácticas de teletrabajo y formación online para las personas que se quieren quedar a vivir en sus pueblos? ¿Se adaptarán los servicios al comercio online para garantizar su supervivencia? ¿Aguantará el sector de la hostelería y el turismo rural este largo periodo de hibernación, conseguirán adaptarse a las nuevas circunstancias?

¿Qué pasará con nuestros servicios sanitarios y asistenciales? ¿Pondremos en valor por fin la necesidad de una sanidad pública y universal bien dotada? ¿Adaptaremos el modelo residencial «macro» a modelos «micro» y de servicios complementarios, para que los mayores se puedan quedar más tiempo en sus pueblos?

Quiero pensar que todas estas preguntas encontrarán respuestas más pronto que tarde, pero andaremos y veremos… Paciencia, ánimo y mucha salud.

José Manuel Salvador – Director General de Ordenación del Territorio del Gobierno de Aragón