Dicen que los más felices no son los que más tienen, sino los que se conforman con aquello que poseen. Algo que en política está a la orden del día, pero de una manera muy diferente: haciendo ver a la sociedad el gran logro que supone una acción, medida o reunión, aunque a todas luces no sea así. Lo importante es ganar la batalla del relato.

Para algunos un suspiro es una eternidad. Para otros, entre los que me incluyo, 29 segundos es precisamente eso: un suspiro. Un pequeño espacio de tiempo en el que no se puede hacer casi nada y mucho menos mantener una conversación de cierta profundidad con una persona. Como mucho, con las respuestas pertinentes, un «hola, ¿qué tal está señor Biden? Creo que ya ha terminado mi tiempo.»

A juzgar por las miradas que no existieron y por la imposibilidad de leer los labios por la presencia de las mascarillas, podemos decir que ese encuentro y la profundidad de sus palabras fueron más cortas que las que se pronuncian en un baño público al descanso de un partido de fútbol. Aunque por la media de tiempo que empleamos en hacer nuestras necesidades, posiblemente en el intermedio del espectáculo deportivo llegamos a mayor nivel de detalle.

Pero la anécdota no puede esconder la realidad: el gran interés del presidente Pedro Sánchez por su imagen, en lugar de hacerlo por aquellos problemas que nos preocupan y ocupan a los ciudadanos. Y tampoco podemos obviar el nuevo fracaso diplomático de nuestro país que, en apenas un mes, ha visto cómo es tomado por el pito de un sereno por dos países muy importantes para España como son Marruecos y Estados Unidos.

El enésimo intento de promoción de la Factoría Redondo deja en muy mal lugar a Sánchez. Porque intentan ubicarle en un lugar que no se ha ganado y porque el escaso crédito que le queda entre la ciudadanía se va reduciendo a pasos agigantados. Y mientras sin atender las dificultades que se viven en España…

José Miguel Celma. PP Torrecilla de Alcañiz