Colectivos y asociaciones feministas llevan meses preparando cientos, miles de actividades y manifestaciones a lo largo de toda la geografía española para inundar de nuevo las calles y plazas de morado e igualdad el próximo ocho de marzo.

Trabajando desde el respeto, la sororidad, el diálogo y el asamblearismo, desde las individualidades de cada una, formando un conjunto amalgamado de ideas y sensibilidades, el 8M saldremos de nuevo a las calles para reivindicar igualdad; algo que por obvio que parezca, está muy lejos de ser una realidad en este siglo XXI donde nos superan los avances tecnológicos y científicos, la realidad virtual e incluso la inteligencia artificial, ofrece más seguridad que la inteligencia colectiva.

Sin embargo, en una sociedad que suponemos avanzada como la nuestra, hablar de feminismo en según qué espacios y a algunas personas les resulta incómodo, molesto, lo rechazan y lo atacan. Quizás lo atacan porque desconocen que el feminismo no va contra nadie y que todos los logros alcanzados en años de luchas y movilizaciones feministas han sido en beneficio de toda la sociedad.

En el contexto político actual, en el que pensamientos retrógrados que creíamos ya superados pretenden menospreciar, ridiculizar o acusar a quienes hoy hablamos abiertamente del feminismo como la única herramienta para conseguir una sociedad más justa, libre e igualitaria, deberían hacérselo mirar y pararse a pensar en qué época o siglo quieren vivir, ya que casi cuatrocientos años atrás ya había quien ponía de manifiesto las mismas desigualdades que todavía hoy denunciamos en las calles.

En 1673 Poullain de la Barre publicaba «La igualdad de los sexos», en el se argumentan reivindicaciones feministas como la del sacerdocio, el ejercicio de la judicatura, del poder político, el desempeño de la cátedra universitaria, el acceso a los altos cargos del ejército… todo ello apoyado en una educación totalmente igualitaria ¡Hace cuatro siglos! Por cierto, era teólogo y sacerdote, no feminazi.

A lo largo de la historia han sido muchos los hombres y mujeres que han trabajado por conseguir esa igualdad plena; desde las rebeldes sufragistas hasta las valientes libertarias; pero hoy las mujeres, además, queremos ser libres.

Y queremos poner fin a la brecha salarial, ni techos de cristal, ni suelos pegajosos. Queremos poner en valor las tareas los cuidados como reflejo de una sociedad madura que asume que cuidar es tarea de todas y todos y del peso específico que esta labor tiene en nuestra economía. Queremos decidir sobre nuestros cuerpos, en contra de su mercantilización, decidir sobre nuestra sexualidad, qué queremos ser y cómo queremos ser. Y lo más importante, no queremos que nuestras hijas tengan que mirar atrás cuando vuelven a casa, sobre todo queremos volver vivas.

Muchos años, siglos, muchas luchas y muchas compañeras perdidas han convertido el 8M en un día reivindicativo, para recordar que, si nosotras paramos, el mundo se para, que solo a través de políticas feministas, impulsadas desde todas las administraciones públicas, conseguiremos una sociedad más justa e igualitaria.

En Unidas Podemos afrontamos este 8M con alegría y esperanza, por la puesta en marcha de un Ministerio de Igualdad desde el que, trabajando transversalmente en todas las áreas de Gobierno, se aplique de un modo real y efectivo la perspectiva de género para conseguir esa igualdad que todas y todos deseamos; y tal como ya se ha anunciado, poner en marcha la ley de libertades sexuales, una ley que cumpla con el Acuerdo de Estambul. Un texto que España ratificó en 2014 y que no se está cumpliendo; una ley en la que desaparecen los abusos y se unifican en delitos de agresión sexual con agravantes, una ley que garantice que «solo sí es sí».

Así que de nuevo este 8M, desde el feminismo, seguimos avanzando en mejorar y conseguir esos derechos que mejoran la vida de todas y todos.

Marta Prades – Diputada de Podemos en las Cortes