El siglo XX fue el siglo de la mujer, sus últimas décadas han sido los años del vidrio, el 2008 el año de la crisis, los dos últimos años los de la pandemia y el 2022 el año del «fin de la abundancia», según repetida frase del presidente francés Macron. Desde que el economista ingles Malthus pronosticaba que no habría bastante producción de alimentos para sustentar una población humana que crecía a tanta velocidad, estamos oyendo que la humanidad camina hacia su desaparición por la inflación, el cambio climático, la escasez de recursos, etc. Desde que hay periódicos leo artículos y columnas que denuncian que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Pero los optimistas pensamos esperanzados que la sociedad evolucionará como siempre, y a pesar de los calores extremos o del extremado Putin, seguirá adelante escribiendo su historia. Confío en que no seamos tan pobres que no tengamos ni esperanza.

Pero los recursos de la naturaleza son limitados y por ello es importante el uso responsable de los mismos. Por ejemplo los metales: El Cobre, níquel, litio, o cobalto son determinantes para la fabricación de energías fotovoltaicas y para generación de energías eólicas. Los precios fluctúan, como sabemos, según la demanda, y la gestión de estos recursos ofrece oportunidades para los inversores. ¡Negocio a la vista! Leo que se están comprando ríos y lagos, amén de manantiales, para vendernos agua, algo tan necesario anqué hoy sea casi gratis. Dicen que la gran guerra del siglo XXI no será por el petróleo, sino que será causada por el dominio del agua. El 70 % del planeta es agua, pero solo el 3 % es agua dulce. Y la población sigue creciendo, y el planeta calentándose. ¡Compren acciones de empresas propietarias de recursos!… si tienen recursos.

Y para rematar el panorama, no llueve. La lluvia es el cielo que desciende a la tierra, decía un escritor americano, quizá pensando en los desiertos del Colorado que han sido escenario de tantas películas del Oeste. Nuestros pantanos se queda secos, solo producen kilovatios y solo hay abundancia de sequedad. Competimos en paisaje con Los Monegros. Los caspolinos, verbi gratia, retratan con sus móviles el Mar de Aragón y cantan por tradición «que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, los pajaritos cantan, las nubes se levantan…». Pero ni aun así.

Miguel Caballú