El actual protocolo del Gobierno de Aragón para definir los días en los que se puede, o no, hacer uso del fuego para la quema de restos agrícolas, ¡es una auténtica vergüenza!. Lo piensan la inmensa mayoría de los agricultores de La Fresneda, de la Comarca del Matarraña y de la provincia de Teruel. Los agricultores necesitan, si o si, quemar los restos de poda para salvar sus explotaciones (no todos se pueden permitir una trituradora), la Consejería de Desarrollo Rural y sostenibilidad debería ser consciente. Pues bien, deberían de saber que con iniciativas como esta, ni «desarrollan ni sostienen nada», lo único que hacen es joder a los cuatro que aún quedamos por estos pueblos de Dios. Nos tratan como si fuéramos idiotas, como si no supiéramos lo que nos traemos entre manos; llevamos generaciones quemando ramas y ribazos. Y si, alguna vez se nos ha escapado el fuego…. Y qué. Cuando ha pasado, hemos cogido el azadón (chapo) y, con ayuda de los demás vecinos, ser los primeros en ponernos a sofocarlo, como tiene que ser, como siempre ha sido.

Al Gobierno de Aragón, en lugar de invertir, como es su obligación, con medios humanos y técnicos en la prevención de incendios, le es más sencillo trasladar la responsabilidad a los agricultores: piensan que ahogando una actividad tan precisa como la quema de restos de poda, se podrán evitar incendios. Si, lo mismo están planeando con el tema de los purines, ahogarán a los ganaderos hasta que dejen de producir. Claro, luego, en todos los jodidos debates de la(s) campaña(as) electorales sacan el cuento de la despoblación, hablan de medidas, de iniciativas y de gestión, puras mentiras, premeditadas, con maldad.

En los pueblos siempre se han quemado ramas, ha habido granjas que huelen, han tocado las campanas de la iglesia, han cantado los gallos… Al final, como dice el pastor ese de Asturias, parece que todo molesta…….. ¡Ya vale!

Una cosa es cierta, solo con turismo y con neorurales no se podrá mantener el territorio. Ah, y ojo con apretar siempre a los mismos, que alguno se cansará algún día.

José Ramón Gimeno Aguilar – La Fresneda