La noticia de que Endesa no iba a realizar las inversiones en la Térmica de Andorra cayó como un jarro de agua fría la semana pasada. La pregunta del millón es: ¿y ahora qué? ¿Qué hacemos con las ilusiones y la vida de un pueblo, de una comarca, de una provincia? Los trabajadores serán prejubilados o enviados a otros destinos de España, una solución muy a corto plazo porque ¿qué pasa con los hijos de estos? ¿Qué tienen que hacer ellos? ¿Qué van a hacer? Sus pueblos lo agradecerán.

Es una pena el cierre de la Central, que da y ha dado de comer a lo largo de todos estos años a muchas familias en Andorra y alrededores. No obstante, también da pena que no haya apenas otras alternativas. A veces, cuando tengo que hacer algún recado, veo chicos y chicas que han sido compañeros de colegio trabajando en algún establecimiento de Andorra. Me alegro por ellos porque pueden contar con la ayuda de sus padres, de sus familias, de sus amigos de toda la vida… Son personas que han regresado a su pueblo después de haber estudiado en otros lugares. Pero, lamentablemente, son los menos. La mayoría tenemos que observar la situación desde fuera y desear que no empeore demasiado. Ojalá que las ganas y la fuerza de esta gente joven nunca se apaguen.