En innumerables ocasiones, cuando aludimos al termino memoria histórica, de manera automática, en un país como España muy polarizado y poco dado al debate moderado y reflexivo, nos introducimos en un enconado debate – en muchas ocasiones absurdo – de florete y grilletes sobre las supuestas versiones de tirios o troyanos, o si la tan cuestionada ley de memoria histórica ha levantado la alfombra del enfrentamiento entre supuestamente iguales:
Nadie duda que el relato oficial de la victoria se quedo filtrado en el imaginario colectivo de nuestro país y tal y como podemos ver en los escritos municipales enviados al Palacio del Pardo con motivo de la entrega de la medalla de oro y diamantes de la ciudad a Franco, la reverencia al dictador era obligada. «No pretendemos señor, que este homenaje que Alcañiz os rinde, sea en premio a vuestros merecimientos. Son tan altos, que la medida seria harto menguada… os lo ofrecemos, señor, como una pequeña y modesta prueba de nuestra gratitud y de vuestro rendimiento a la grandeza de vuestra obra personal, en la guerra y en la paz». Palabras del entonces Alcalde de Alcañiz Emilio Diaz Ferrer-. Si bien hay que aceptar en la lectura de la historia interpretarla en el contexto que toca, estarán conmigo que una ciudad bombardeada rinda tributo al general de los ejércitos que dio verde a tan fatal bombardeo, suena contradictorio cuanto menos.

España, a diferencia de otros países como Francia o Alemania, durante muchos años, el testimonio de los vencidos ha sido pasto de la literatura o de la cinematografía, y animada por la sociedad civil que se aglutinó en torno a colectivos de recuperación de la memoria. En países como Francia, la identidad nacional de la IV república se basa en los valores de la resistencia, a pesar de haber tenido durante la segunda guerra mundial dos bandos claramente enfrentados como sucedió en España: La resistencia Francesa y el «Etat francais de Vichy».

La ley Gassot Francesa de 1990 castiga con dureza toda expresión pública que niegue la realidad histórica de crímenes contra la humanidad, como la negación de la existencia de la «solución final» y la antigua Republica Federal Alemana ya en 1985 promovió una ley específica contra la mentira sobre Auschwitz denominada «Auschiwtzluge». En España, en este sentido, hemos tenido que esperar hasta hace nada para normalizar una cuestión básica en una sociedad moderna: La denuncia de los excesos, la reparación y reconocimiento a los vencidos y la eliminación de cualquier signo de homenaje a una dictadura militar.

La lectura objetiva de los hechos históricos afirma lo siguiente: Hubo elecciones democráticas en España, hubo un golpe militar fallido que provocó una guerra durante cuatro años, el bando sublevado venció militarmente, y una vez constituidos los instrumentos de gobierno y de Estado se produjo una represión y eliminación sistemática de los vencidos. Las teorías marcianas de la parahistoria se quedan en las alacenas del sensacionalismo histórico.

Alcañiz fue epicentro del ensayo previo a la segunda guerra mundial. La aviación italiana hizo sus ensayos militares y comenzaron a diseñar los primeros bombardeos psicológicos contra la población civil el 3 de Marzo de 1938. Mi abuela Carmen todavía aterrada me cuenta que se iba a retratar a la plaza de España a la tienda de un fotógrafo, oyeron grandes estruendos y sobre la tienda del fotógrafo cayeron dos bombas arrasándola por completo.

Años después también mi abuelo aprobó unas oposiciones para jefe de estación de Renfe en Alcañiz. Le dijeron que lo sentían, pero esa plaza estaba reservada para el hijo de una insigne camisa azul de la Falange.

Hoy el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Alcañiz va a proponer la retirada a Franco de la medalla de oro con esmaltes y diamantes que se le otorgó en 1948 y al mismo tiempo homenajearemos a aquellos ciudadanos que son victimas de una guerra injusta e indiscriminada. Dignidad y memoria.

Jorge Abril – Concejal de cultura del Ayuntamiento de Alcañiz