Desde el Bajo Aragón, especialmente desde Alcañiz, nunca se han apoyado las reivindicaciones que en Teruel y el Jiloca, y ahora también en el Bajo Martín, se han hecho en favor del mantenimiento de sus servicios ferroviarios. Este desapego fue incluso mayor ante la reclamación que se hizo en su día de que la línea de AVE Madrid-Valencia pasara por Teruel. Era habitual en las conversaciones que salían al respecto que esta demanda se viera como un esnobismo capitalino, algo que no serviría a la provincia y que suponía un lujo que no podíamos permitirnos. Una actitud que denostaba una infraestructura que se ha demostrado dinamizadora de las localidades por las que pasa, y que será un impulso definitivo con el corredor Cantábrico-Mediterráneo y también si se mejoran las otras líneas férreas de Aragón.

El Bajo Aragón vive de espaldas al tren desde hace años, no lo considera un medio dinamizador de la economía y vertebrador del territorio. Mientras el pasado 1 de julio se conmemoraba el 120 aniversario de la llegada del tren a la ciudad de Teruel, aniversario este que coincidía con la polémica por el cese de algunos servicios ferroviarios entre Valencia y Teruel, hemos olvidado que el tren llegó a Alcañiz 6 años antes y que se perdió en 1973; sin ruido, sin protestas, sin opciones, como muchas de las cosas que hemos ido perdiendo en nuestra querida tierra baja y que al parecer para la mayoría de sus habitantes nunca fueron importantes. Hubo intentos con motivo de la Expo de Zaragoza de 2008 de reflotar la línea desde Alcañiz hasta Hijar, una línea que a Motorland le daría muchas posibilidades y que hubiera supuesto una importante palanca de desarrollo, no sólo para Alcañiz sino para todo el Bajo Aragón histórico, por las posibilidades que el transporte de mercancías hubiera ofrecido. Como tantos otros proyectos cayó en el olvido, éste seguramente porque aquí nunca vimos al tren con cariño. Hace ya tantos años que no vemos un tren entrar en Alcañiz que habrá quien piense que nunca llegó, quedan los vestigios de la que fue su estación y poco más.

Tanto nos olvidamos del tren que ni siquiera caemos en la cuenta de que lo tenemos aquí al lado, en Caspe y en La Puebla de Hijar. Estaciones a poco más de 15 o 30 minutos y que, a pesar de la escasez de horarios y la calidad de los trenes, nos permiten tener relaciones con Madrid o Barcelona, y otras ciudades. Yo mismo quise comprobar de primera mano cómo era la experiencia de ir a Madrid en el ferrocarril convencional, saliendo desde al lado de casa. Un viaje de casi seis horas y media desde Fayón, donde el tren entra en Aragón, hasta Madrid, vertebrando Aragón de este a oeste. Un viaje que me reencontró con los que hacía hace años y me permitió comprobar que aunque algo incómodo y lento, esta línea tiene muchas posibilidades.

Siempre me ha gustado viajar en tren, me crié a los pies de la estación de Calamocha, hoy tristemente cerrada por la atonía de algún político, viendo pasar a diario trenes hacia Zaragoza, Teruel y Valencia, trenes que yo mismo usaba para desplazarme. Esa cercanía y la magia del tren me enamoró de este medio de transporte, siempre consideré un viaje en tren más cómodo que en autobús, sin embargo el abandono de las líneas del ferrocarril convencional ha expulsado a usuarios hacia el transporte de viajeros y mercancías por carretera.

Este año 2021 ha sido declarado por la Comisión Europea como año del ferrocarril, un medio de transporte sostenible, seguro, cómodo y asequible, a lo que debemos añadir vertebrador de territorios. Entre todos debemos conseguir que se mantengan y mejoren los servicios ferroviarios que comunican y vertebran Aragón. Alcañiz nunca debió perder su tren.

Joaquín Egea. Senador de Teruel Existe