Aragón no puede permitirse retroceder en los avances que la sitúan como comunidad referente en la lucha contra la despoblación. Esta es una bandera que se enarbola con dificultad principalmente debido a la insuficiente financiación autonómica pero también, en nuestra propia tierra, por el efecto centrípeto de Zaragoza y las decisiones que dejan atrás a los pueblos.

Con escuelas abiertas con tres alumnos y pronto autobuses en todos los pueblos de más de 10 habitantes resultaría cínico argumentar que nuestras políticas no miran hacia los pueblos. Sin embargo, no es menos cierto que esa perspectiva es insuficiente y contiene errores constantes en los que la perspectiva rural no se tiene en cuenta.

La cohesión territorial se expande a través de círculos concéntricos, con núcleo madrileño y argumentos espurios en los que la despoblación se ha convertido en un instrumento de moda para atraer inversiones. El electoralismo no tiene vergüenza y su capacidad de perpetuar los agravios sin pudor llega hasta tal punto que esta semana hemos tenido que escuchar que Sevilla se ha despoblado. Ha sido uno de los argumentos para que el Gobierno les coloque la Agencia Espacial en un concurso ad hoc en el que se ha hecho muchísimo daño a las políticas de Reto Demográfico. La desafección de esta humillación es tal en Aragón que es muy difícil que alguien crea ya en que combatir la despoblación es una prioridad de país. Las duras declaraciones de los máximos líderes aragoneses de poco consuelo sirven más allá de reafirmarnos en nuestra identidad como tierra de oportunidades perdidas que ha de hacerse camino a sí misma. DGA llevará al Gobierno central al Supremo, el recurso judicial es la única vía que queda para tratar de hacer justicia más allá de la palabra. Y es valiente teniendo en cuenta que Lambán, varón socialista, se enfrenta así al Gobierno central de Pedro Sánchez; y ahonda en sus profundas discrepancias públicas y notorias.

Sin embargo, cuando el círculo concéntrico de este nuestro remolino de agua territorial se aleja, baja al terreno, los ciudadanos de los pueblos siguen viéndose agraviados con decisiones incomprensibles e hipócritas. La más reciente y grave, gravísima, el contrato de gestión del servicio de ambulancias en los hospitales periféricos. Se ha adjudicado a una empresa sevillana según criterios de «eficacia y eficiencia». El cambio supone que no haya presencialidad de ambulancias medicalizadas 24 horas todos los días del año. Se pierde la UVI móvil del Hospital de Alcañiz noches, fines de semana y festivos, y se retiran las ambulancias de soporte de Híjar, Alcorisa, Muniesa y Maella. Y en esta tormenta de siglas de servicio SVA, SVB, UME, es tan fácil ahogarse como difícil de comprender que no haya 12 horas al día de servicio. DGA dice que no las perdemos porque nunca las tuvimos, la oposición y los sindicatos denuncian el recorte. La realidad es sencilla y llanamente que solo nos queda rezar para no tener un infarto o un accidente grave en horario nocturno, fin de semana o festivo.

La sanidad rural siempre ha sido objeto de manipulaciones y castigos políticos. Pero los pacientes sí confiamos en lo que nuestros médicos nos dicen. La indignación es tal que se han unido a través de la Asociación de Facultativos del Hospital de Alcañiz para recoger quejas ciudadanas que relaten nuestro día a día. Así que sumen ahí si pueden. Firmen, relaten su día a día sanitario, sean notarios de esa realidad que no entiende de rentabilidad cuando se trata de urgencias médicas. Quién sabe si alguna autoridad competente es capaz de dar un paso atrás. Hasta febrero hay tiempo. Las ambulancias eficientes son las que salvan vidas.

Eva Defior. Sexto Sentido