«Todos los demás son culpables, salvo yo», escribe Louis Ferdinand Celine, el gran escritor francés acusado de colaboracionista nazi. La frase podría reflejar al «Torra-nacionalismo», pues indica una conciencia de agravio, rabia y despecho expuesta con afán de superioridad, una casi inocente, autocompasiva y miope actitud, que se rebela contra un presente desastroso cuyos culpables son siempre los «otros»; plantea objetivos imposibles, engañando sobre su potencialidad y se apoya en un pasado «histórico» falseado y manipulado.

Los desplantes tartarinescos del «president» y su pandilla de supuestos patriotas idealistas, unidos a la navegación errática de nuestro político en jefe, es un ejemplo más, demasiado cercano, de la presencia internacional de una amoralidad tóxica regida por los deseos de ganar poder a toda costa y manipular las circunstancias para conseguirlo.

¿Hay alguien que crea que es racional todo lo que está ocurriendo entre Cataluña y el resto del país, sin hablar de los «contagios» de la «taificación» de algunas regiones o provincias ? ¿Es que la mentira pertinaz de los «brexitanos» se va a convertir en realidad sólo porque es el deseo de unos nostálgicos del Imperio, en un salto hacia un escenario pleno de problemas financieros, comerciales y sociales? ¿Es que las evidencias de la brutalidad política y la deshonestidad de Trump no son suficientes para sacarlo del poder, a pesar de los dólares que regala a sus electores para convencerles de que con él se restaura el poder hegemónico de su país? ¿Es que nadie se percata del afloramiento de los populismos, de la eclosión de una tendencia a la violencia de la sociedad civil, como respuesta y desafío, tomando las calles soliviantadas por la falta de diálogo, pero al tiempo sin dirección constructiva alguna, sin ideario y sin líderes que den la cara? ¿No será todo esto una alianza suicida entre gentes que creen que no tienen nada que perder y unos pocos, ocultamente dirigidos y pagados, que apoyan la ecuación perversa de que cuanto más se pierda en el país, más ganan ellos?

Es como una epidemia global de amoralidad tóxica que va contaminando la política y los usos sociales de todos los países en los que aparece. Es el «coronavirus» del sentido común, la honestidad, la solidaridad y el progreso de la igualdad entre los desvalidos seres humanos.

Alberto Díaz Rueda – Logoi