Caspe es la segunda población de Aragón que más crece, después de Cuarte de Huerva, ciudad dormitorio de la gran capital aragonesa. Llama significativamente el crecimiento de población caspolino, que sigue evolucionando pese al evidente olvido de inversiones en infraestructuras por parte de los gobiernos central y autonómico. Proyectos claves para el municipio como el puerto seco, la mejora de la N-211 y su conversión en autovía para conectarla con Fraga y Cataluña, su constante batallar para no perder el tren y un largo etcétera supondrían un vuelco clave para una capital cuyo dinamismo social es ejemplar para los municipios intermedios de Aragón. Caspe, tierra bajoaragonesa de frontera entre las provincias de Zaragoza y Teruel, población agrícola que ha sufrido graves daños en materia de empleo, como el cierre de Losan, ha sabido resurgir siempre y reivindicar un espacio que mantiene.

No cabe duda de que buena parte del crecimiento de población experimentado se debe a inversiones agrícolas que atraen mano de obra extranjera. En el municipio conviven 59 nacionalidades distintas, lo que ha implicado una alta exigencia de integración. En este punto, cabe señalar los esfuerzos que se vienen realizando para la misma. De hecho, el propio ayuntamiento se ha reunido con DGA para trasladar la necesidad de aumentar profesores de lengua española. Y así lo harán, reforzándolo en cada colegio y en el IES para aquellos que llevan menos de dos años en España. En la Escuela de Adultos las clases están llenas, la lista de espera para aprender castellano es de más de 68 personas y hay muchos que ni siquiera han podido tramitar la solicitud.

El municipio sigue creciendo y va a pasar la barrera de los 10.000 habitantes, sumando las próximas elecciones siete concejales más, hasta los 17, y situándose a la par que Alcañiz en representación política y alcanzando cifras de población que no se experimentaban desde 1996. El municipio caspolino es, por tanto, ejemplo de crecimiento rural en el que la convivencia, el dinamismo, la tolerancia y la pujanza de quienes quieren mantenerse arraigados en su municipio se abre paso, no sin la dificultad asociada a cualquier gran reto en el que se avanza contracorriente. Hay que subirse a su barco.

Editorial.