El dato de contagios por covid-19 notificado ayer en la zona de salud de Andorra era el más alto de Aragón este lunes, 31 casos. Esta cifra pone de manifiesto la situación grave en la que se encuentra el municipio y que las autoridades sanitarias previeron al decretar el confinamiento perimetral. No se conoce cómo ni por qué se producen los contagios, y la transmisión comunitaria continúa pese a que el municipio lleva ya más de diez días confinado. Pese a que los andorranos no puedan entrar ni salir de la población salvo causas justificadas, la vida diaria en el municipio sigue su curso, con contactos que continúan causando los contagios. Lo sucedido en esta localidad debe ser analizado en profundidad por las autoridades políticas y sanitarias para servir como ejemplo de lo que se debería evitar en otras zonas, dado que lo sucedido en la Villa Minera podría repetirse en cualquier otro lugar. Vimos cómo esto mismo sucedió en Aragón a principios de verano, extendiéndose posteriormente a otras comarcas. Nuestros hábitos sociales no son tan distintos ni existen fronteras para nuestros usos, costumbres o modos de vida. Así, conviene que cuanto antes se establezcan las medidas para conocer las causas del contagio y poder ponerles coto. Las autoridades locales son las que más capacidad tienen para conocer cómo es su población, cuáles son sus hábitos, cuándo y dónde se mueven; quiénes necesitan apoyo para el cumplimento de las medidas sanitarias o atención especial de los servicios sociales. También conocen quiénes pertenecen a esa «minoría insolidaria» que incumple sistemáticamente las normas y sobre la que debe recaer todo el peso de las sanciones. Asimismo, las asociaciones locales deben contribuir a reforzar los mensajes de concienciación, por lo que conviene que se establezcan medidas conjuntas y audaces en las que todos se sientan concernidos. La prevención es el mejor arma para luchar contra el coronavirus, pero hemos comprobado cómo a base del efecto «prueba error» también se avanza. Además de las autoridades, los propios habitantes de cada municipio deben ser responsables tanto para cumplir las medidas de protección como para informar de su estado de salud y atender las llamadas de los rastreadores. Nos enfrentamos a un otoño muy complicado, con un hospital comarcal bastante saturado y una atención primaria cuyos refuerzos son insuficientes. Que nadie baje la guardia.

Editorial