A dos días de las elecciones municipales no puedo dejar de pensar en qué pasará. Sobre todo en mi pueblo; pero también en los municipios por los que llevo ya casi diez años dando vueltas. Supongo que será defecto profesional, que una no termina de desconectar pese a estar dedicada en cuerpo y alma a un jovencito que hace unos meses revolucionó nuestras vidas.

En todos estos años he comprendido que la política municipal es tan importante, o más, que la que se hace en cualquier otro parlamento; que con alcaldesas y alcaldes comprometidos y con ganas de trabajar es posible conseguir pueblos con más servicios, más empleo y más oportunidades. Y que no es tan importante el color político de cada uno de los candidatos sino su capacidad para gestionar, tomar decisiones y resolver problemas.

Podemos soñar en grande, con iniciativas empresariales potentes, como las de Albalate del Arzobispo. Todo un ejemplo, sin duda, de que las subvenciones bien aprovechadas son capaces de culminar con éxito procesos de reindustrialización. Pero también podemos centrarnos en las pequeñas cosas. Una residencia, una guardería, un establecimiento turístico… cada iniciativa, por pequeña que sea, suma y así lo demuestran día a día los pequeños ayuntamientos que plantan cara con voluntad a nuestro gran problema: la despoblación. Y es que ya lo decía Eduardo Galeano: mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo.