Decían por ahí que «ahora se está muriendo gente que no se había muerto nunca», en clara alusión a personajes como Maradona y otras figuras de la vida pública que recientemente nos habían abandonado.

Suena a broma, a chiste o a juego de palabras, es verdad, pero la cuestión es que en los últimos meses estamos viendo desaparecer de escena a personas que parecía que siempre habían estado ahí, y que eran poco menos que eternas. Pero la vida, como decía un paisajista, es como un jardín y lo único constante en ella es el cambio. Y ese cambio incluye la muerte. Más allá es «terra incognita». Al menos para la ciencia del presente. Al menos que sepamos.

No puedo negar que me gusta el paisajismo. Muchas veces lo he mencionado en este espacio. Los paisajes son un reflejo del alma, o el alma es un reflejo de los paisajes. De los paisajes y los paisanajes, que todo hay que tenerlo en cuenta. Decían los de la Generación del 98 que el paisaje seco y yermo condensaba el verdadero espíritu de Castilla. Claro que también podríamos hablar de ese paisaje por estos lares, tan parecido a veces a esos páramos castellanos, o incluso a los desiertos de Arizona, Nevada, Nuevo México y California.

Sin embargo, como decíamos más hacia atrás, incluso esos desiertos mutan con el paso de las estaciones e incluso con el paso de las horas. Y la vida transita también por ellos.
Este mes de brumas, estos días entre brumario y frimario, desdibujan la frontera de las cosas tal y como las conocíamos. Igual que la niebla los velos de información y desinformaciones se solapan y se separan haciéndonos imaginar realidades que están en nuestra mente, pero tal vez no se correspondan con los perfiles reales de lo que se ha dado en llamar el mundo tangible.

¿Es lógico que un individuo cuyo nombre ha estado más tiempo asociado al vicio, las drogas e incluso la camorra que a un breve destello de buenas jugadas de fútbol tenga una iglesia con su nombre y miles de adeptos (la iglesia maradoniana), y se le rindan más tributos que a cualquier jefe de estado?

¿Es normal que un personaje oscuro como Isabel Pantoja tenga más predicamento que notables inventores?

¿Entra dentro de lo cabal que unos personajillos, venidos de E.T.A., esto es un grupo terrorista con cientos de muertos a sus espaldas, que quieren una república vasca estén dirigiendo el cotarro dentro del gobierno del Estado Español?

¿Es lógico que los pastores dejen la vigilancia del ganado en manos de los lobos o el gallinero al cuidado de la zorra?

Ahí se quedan, las preguntas sin respuesta, envueltas en nieblas y tinieblas como las de este mes que agonizó y se ha fundido con diciembre, mientras me pregunto por qué un albañil por virtuoso que sea poniendo ladrillos, o un maestro enseñando a sus alumnos, o una persona que cuida a los ancianos en una residencia, o el cuerpo sanitario en los hospitales, jamás han tenido ni una décima del reconocimiento que se da a deportistas como «el Diego», que al fin y al cabo no hacía más que un trabajo como otro cualquiera, pero posiblemente menos útil.

En fin, amigos. Ahí les dejo estas cuestiones que me resuenan en la mente una y otra vez. Feliz semana, y a más ver.

Álvaro Clavero