Los conflictos tienen una capacidad inherente de producir mitos, fábulas o leyendas, por eso, y pese a todo lo malo, han sido un genuino generador de historias. Uno de los puntos álgidos en cuánto a ese fenómeno de producir mitos o leyendas lo tenemos en nuestra guerra civil, que tantas penas y miserias causó, como historias en ambos bandos, pues no fueron pocos y de todo tipo de confección, los que pasaron por la península Ibérica.

Estaba haciendo alguna de las visitas guiadas en el museo en Gargallo cuando un hombre, evidentemente ya entrado en años, me comentaba cómo recordaba en su niñez en Utrillas, haber visto nada más y nada menos que a Tito, el que a posteriori se convertiría en el indiscutible e indiscutido mariscal de Yugoslavia. Debo ser honesto y reconocer que en aquel momento no le presté mucha más atención al caballero que me lo dijo, supuse que se trataba de un confuso recuerdo, en esa época estaba muy acostumbrado a escucharlos por parte de gente mayor, entrañables, pero de los que sabía que cometían errores historiográficos fruto de la lejanía de las circunstancias que pretendían recordar. Así al menos fue, hasta que, pasado un tiempo, volví atestiguar un recuerdo similar por parte de otro paisano, en este caso de Gargallo, me precisó lugar y ya empecé a darle algo más de importancia, le interrogué respecto a cómo sabían que se trataba de Tito, si en aquel momento no tenía la ascendencia que adquiriría luego, y me clarificó que bien sabían todos que se trataban de brigadistas yugoslavos los allí estacionados, y algo así como que el que veía una vez a Tito ya no se olvidaba de él fácilmente, pues al parecer irradiaba ese magnetismo propio de las grandes personalidades.

Fue entonces cuando me animé a buscar información por mi cuenta y vi que el tema era habitual entre especialistas, historiadores o autodidactas versados en el conflicto patrio. ¿Estuvo o no Tito en nuestra guerra? La versión oficial de boca del propio Tito es que no estuvo, pero la duda perdura pues se trata de un hombre y de un tiempo de intrigas. Conviene no olvidar que hablamos del jefe de estado que tuvo el entierro con más dignatarios de toda la historia, un político legendario y un estadista de difícil discusión, incluso para los más febriles anticomunistas, que sacan a relucir con rapidez nombres y sucesos del pasado, pero nunca nombran al yugoslavo, pues conscientes son de lo que pasó años después de su muerte y el desastre que supuso para su patria su partida. Ahora, y más allá de otras consideraciones, me sigue fascinando la historia nuestra, tan rica que me da para imaginarme que Tito no se sintió tan lejos de su patria si es que alguna vez recorrió las montañas de nuestra tierra. Efecto Mandela o no, la historia merece ser buscada.

Víctor Puch. Sal en la herida