El campo se ha levantado en armas y sus reivindicaciones, al menos, están comenzando a ser escuchadas. El próximo martes se representará el hartazgo del sector aragonés con una tractorada en Zaragoza que se espera histórica, que incluso superará la de diciembre de 2018 según las previsiones de los sindicatos, unidos al fin con una única voz. «¿Quién te dará de comer mañana?» es uno de los lemas que, aunque hace décadas que caló en el medio rural, las ciudades se han resistido a hacer suya. La población urbana, de forma general, ha denostado durante años la vida en los pueblos, pese a que la gran mayoría de sus habitantes descienden de ellos. Salir del medio rural se ha convertido con el paso del tiempo en un signo de progreso y desarrollo y, quedarse, ha significado renunciar a la formación y al éxito personal y profesional. Sin duda, argumentos totalmente erróneos que hay que revertir apostando por un cambio de mentalidad que debe partir desde el propio territorio.

Los agricultores y agricultoras no son aragoneses vestidos de baturros, con alforjas y una boina perfectamente enroscada en la cabeza. Ni hablan a gritos, ni comen con las manos. En pleno siglo XXI, muchos de ellos son ingenieros, veterinarios, graduados en Administración y Dirección de Empresas, técnicos y empresarios totalmente cualificados para gestionar su negocio, un negocio azotado por las eternas crisis de los precios que solo las políticas agrarias consigue mitigar. Pero sobre todo son personas que aman el territorio y que luchan diariamente por mantenerlo vivo. Los agricultores y agricultoras del siglo XXI recurren a las nuevas tecnologías, se forman constantemente, apuestan por la innovación y la aplican en su trabajo diario.

Desestigmatizar el trabajo en el campo y también dignificarlo es la gran tarea pendiente y, para ello, es fundamental el apoyo de las administraciones. Éstas han de legislar para favorecer el asentamiento de actividades en los pueblos que, además de apoyar al sector primario, complementen el tejido empresarial del medio rural y sean capaces de generar alternativas laborales a las familias que deciden quedarse. La transformación de los productos agroalimentarios, su comercialización y su puesta en valor son grandes aliados de la lucha contra la despoblación.

La tractorada del próximo martes 10 de marzo ha de servir pues, además de para conseguir leyes más justas para los trabajadores del campo, para encontrar aliados en la ciudad, que recuerden de dónde vienen y que sean conscientes de que, sin agricultura, «nadie les dará de comer mañana».

Editorial