Decía Toynbee que el «mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que la utilizan exclusivamente para sus intereses». Por eso no paramos de repetir las equivocaciones y errores de nuestra historia, aunque a menudo no en forma de tragedia, sino en forma de farsa, de teatro de polichinelas, donde gobiernan el garrote y la desmesura. En Cataluña la enorme abstención ha provocado que se vuelva a repetir el esquema utópico de irrealidad política que antes de la Covid provocó dramáticas consecuencias para toda la ciudadanía catalana y un vergonzante desgobierno que está conduciendo a la próspera y laboriosa Cataluña al desastre (sin contar con esa pesadilla que amenaza las secuelas del virus).

Los ciudadanos razonables, con adecuado respeto a la realidad, legislativa y jurídica, hartos de la violencia y las manifestaciones y los cortes de vías públicas y quema de contenedores como «práctica política cotidiana» (mientras en el lugar donde se debería hacer política, se calientan sillones bien pagados y se alza una verborrea inane de reivindicaciones absurdas en estos momentos y circunstancias) y asustados por el bloqueo económico progresivo…en fin, esos ciudadanos hartos ya de estar hartos, dan la callada en las urnas como protesta. Lo cual en términos democráticos no significa más que dejar el escenario libre para los que sí votan: los fanáticos, los equivocados regidos por emociones y sentimientos legítimos pero inadecuados, los alimentadores y creadores de confusión y una minoría de inocentes que sueñan con imposibles sin analizar los medios para volverlos posibles. Esos votan y logran que la difícil y compleja situación se enturbie y vuelva a despertarse el fantasma de lo que llaman «represión» y, lo peor, alientan a ciertos populismos tipo Trump o a una extrema derecha que se alimenta de descalificaciones y amenazas.

Quizá Cataluña y sus ciudadanos, los cansados -no los que siguen en pie de guerra desde la manipulada historia de victimismos que durante los últimos decenios se ha enseñado en las escuelas– podrían plantearse, parafraseando a Wittgenstein, que la solución del problema que existe en la vida catalana consiste en seguir una manera de vivir que haga desaparecer el problema. Veamos, si el «estilo de vida» público seguido hasta el momento ha sido el de confrontación, rechazo, fanatismo «patriótico», olvido de las normas jurídicas vigentes en el país e ignorar los auténticos problemas que tiene planteados Cataluña (principalmente el económico y financiero, uno de los ausentes en los programas electorales de todos los partidos)… Tal vez deberíamos plantearnos (perdonen que me incluya, me siento catalán después de haber vivido 40 años en esa tierra) que nos estamos equivocando con la táctica (RAE: método o sistema para conseguir algo) a seguir, porque estrategia (RAE: arte o traza para dirigir un asunto) de momento no la he visto por parte alguna.

Si contamos, a) con que a muchos de los políticos asentados no se les saca de su sinecura ni con agua hirviendo, b)los políticos «presos o los evadidos», en pura aplicación de la legislación vigente (aunque aquí ha fallado estrepitosamente la prudencia y oportunidad política y la evaluación estratégica del poder central) siguen viviendo muy bien y recibiendo réditos políticos cuantiosos de la sentimentalidad de un pueblo en general decente y c) que al margen de los viscerales, en el maremágnum «indepe», hay una esclerótica membrana dura de fascismo rampante, antisistemas, vividores del caos y vagabundos del capitalismo que enturbian cualquier mirada lúcida…Si contamos con estos mimbres para confeccionar un futuro político razonable que se preocupe de lo que, según Aristóteles, debería motivar a los políticos, la ética operativa en el bienestar de los ciudadanos, nos dirían en catalán «Passa el dia somiant truites en lloc de tocar de peus a terra». Es decir, pensando en imposibles y olvidando la realidad ¿Qué nos queda? Volver a votar… y esta vez todos. Tal como van las cosas, sería lo más operativo.

Alberto Díaz – Periodista