Se dice de las cerezas -con su largo pedúnculo- que cuando se sacan de un cesto es imposible hacerlo de una sola, pues se enlazan unas con otras. Es lo que pasa, también, al buscar en un diccionario, al escribir, o al hablar en una tertulia de amigos: que una palabra o un asunto lleva a otro.

La muerte, el día 18 de septiembre, del director de cine Mario Camus produjo en mi memoria, también, una concatenación de recuerdos. De Camus pasé a recordar la primera película en que trabajé como meritorio (con personas como Manolo Marinero, Paco Rabal, Fernán Gómez, o Fernando Sánchez Polak, entre otros, ya todos fallecidos) y de esta a hacerlo de la curiosa vinculación del director cántabro con Aragón tal como me lo dijo él mismo.

En 1964 Camus contaba con 29 años, se acababa de graduar en la Escuela Oficial de Cinematografía y había trabajado tan solo en un guión con Carlos Saura y rodado una película.

En la E.O.C. había tenido como compañero a Victor Monreal, en especialidad diferente, la de director de fotografía. En Zaragoza, por otra parte, se había fundado en 1962 el único intento que hubo durante muchos en dicha ciudad de hacer cine de forma profesional. Victor Monreal era -junto a José Antonio Duce (también fotógrafo), Emilio Alfaro (guionista y médico), Julián Muro (director de Radio Zaragoza y escritor), José Luis Pomarón (fotógrafo y realizador amateur de prestigio) y Manuel Rotellar (crítico y coleccionista cinematográfico)- uno de los fundadores de esa empresa de producción con aspiraciones nacionales.

Fue Victor (que había trabajado en la primera película de Camus, ‘Young Sanchez’) quien lo recomendó al resto de socios de Moncayo, que acabaron produciéndole el rodaje de un guión del propio director y de Carlos Saura. Además de esos nombres aragoneses la nueva película incluye en sus títulos de crédito el de otro zaragozano, Guillermo Fatás, de profesión fotógrafo, y padre de una saga de artistas y eruditos singulares.

Camus me contó, durante el rodaje de ‘La leyenda del alcalde de Zalamea» en Garrovillas (Cáceres): «siempre tendré que agradecer a los de tu tierra que me dieran la oportunidad de continuar mi carrera cinematográfica cuando apenas la había comenzado».

Tras cuatro largometrajes Moncayo Films languideció como proyecto a nivel nacional tras la muerte de Victor Monreal en accidente de automóvil durante un rodaje. Tan sólo un aragonés, J. Antonio Duce, dirigiría con esa productora; fue la insólita ‘Culpable para un delito’, en 1966.

Camus continuó su labor de hormiga cántabra, y llegó a ser uno de los directores más prolíficos de España, distinguiéndose por sus adaptaciones de obras literarias; pero nunca olvidó el empuje que le dieron, en su momento, un grupo de desconocidos, arriesgados, ilusos y espléndidos aragoneses.

Alejo Lorén. De cal y arena