La otra mañana me apeteció dar un paseo en bici rodeando la Estanca, entrando desde el camino de la vía. La laguna estaba preciosa y la mañana era espléndida, anunciaba calor. Encontré a un par de grupos familiares, con niños, también de paseo con sus bicis. En una curva, y de frente, en sentido contrario a como íbamos los demás, un grupo de unos seis tíos, entre treinta y cuarenta años (ya no unos niños) a toda leche y de ancho en ancho del camino, picados como crios, casi se nos llevan por delante. Les hicimos un gesto de reprobación «por favor, esto es un camino abierto y no un circuito de carreras», y creí oír un «vete a la mierda, abuelo»… Muy civilizados, ellos… Seguimos nuestro camino y antes de darnos cuenta, ya los teníamos encima, de frente, otra vez. A echar el pie, apartar a los niños y a dejar pasar a los vigoréxicos imbéciles. Igual alguno de ellos es de los que lleva todo el día en la boca el «respeto a los ciclistas». Hablando con otros paseantes, comentaban que no es infrecuente lo de los piques bicicleteros por los caminos vecinales, incluso de noche.

En fin. Ya que su cabecica y su educación no les da para más rogaría a las autoridades forestales y de orden público que vigilen éstos comportamientos antes de que un mal día alguna persona termine en urgencias.

José Antonio Calvo
ALCAÑIZ