Andorra sigue rompiendo récords de probabilidades, en unos meses han ardido al parecer de manera fortuita, cuatro vehículos. Sin duda resulta extraño que todos estos sucesos se atribuyan al mero fruto de la casualidad. Bordea lo imposible, aunque ese aspecto se lo dejó a los que sean especialistas en la materia, pero desde luego y a falta de explicaciones más concretas, es normal que el pueblo estemos, cuanto menos, extrañados.

Pero tras estos incendios y como bien denunció la vecina afectada, hay un verdadero problema detrás. A todas luces resulta incomprensible que una localidad como Andorra que todavía tiene un número de habitantes relevante y que para colmo nunca ha sido el lugar más tranquilo del mundo, no tenga de noche ni policía local, ni guardia civil o al menos no lo tenga de una manera estable. Cuando acontecieron los sucesos del llamado rambo de Requena vimos un despliegue muy numeroso y rápido, atribuible según algunos a que el delincuente había dejado herido a un miembro de la benemérita y según otros, porque tras los crímenes de Igor el Ruso y la presión popular, no se podía permitir una actuación de tan infausto recuerdo como la de 2017. Más allá de eso la población se sintió más reconfortada que en actuaciones pasadas, pero estoy seguro que la ciudadanía agradecería aún más otra cosa y es que sensación de seguridad fuera todos los días del año, porque como casi todo en la vida, hablamos de que la constancia hace la diferencia.

A veces hablamos de cosas nimias, el típico problema de ruidos con algún chaval o no tan chaval, pero en otras ocasiones el asunto puede ser tan grave como el incendio de vehículos, hoy por suerte no hemos lamentado una tragedia mayor, pero por desgracia, sí se podría haber dado y en base a las traumáticas experiencias del pasado reciente nuestro deber es advertir e insistir para que se trate de solventar el problema, aun sabiendo la cantidad de cosas que hacemos y decimos que caen en saco roto.

Y no me quiero olvidar de los que todavía están peor que nosotros, esos pequeños pueblos de la contornada donde cada invierno se masca la tragedia, pues los delincuentes saben que los pueblos pequeños y alejados son abono que alimenta sus malintencionadas acciones. Hace no tanto había un cuartel casi en cada pueblo, yo no digo que tuviéramos que volver a eso, pero lo que nadie puede justificar es que tengamos que ser también para esto ciudadanos de tercera o cuarta división para esto, porque hay diferencias que sí hacen verdadero daño, porque aunque muchos se olviden, seguimos dándole al país nuestro aporte impositivo, nuestras obligaciones, pero también debemos tener derechos que deben ser garantizados mejor y en la zona sabemos por qué lo decimos, que esto no es una queja porque nos apetezca o una exageración, ya tenemos los suficientes elementos de juicio durante un tiempo prolongado para no darle a esto la categoría de anécdota o mala suerte.

Víctor Puch. Sal en la herida