El miércoles 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El teléfono del Instituto Aragonés de la Mujer atendió 1.803 agresiones hasta finales de septiembre, un 51% más que el año anterior. A los juzgados llegaron 1.500 casos, quinientas menos. Es decir, han caído estrepitosamente. Son datos preocupantes en un año en el que las mujeres y niñas que sufren violencia machista han atravesado un auténtico calvario encerradas con sus agresores. La pandemia ha hecho más vulnerables a las mujeres, afectadas por Ertes y despidos en mayor proporción. Esto, según los expertos de los servicios sociales, retrae las denuncias por el temor de las mujeres a quedarse en la calle. Asimismo, el estigma dentro de las empresas a la hora de contratar a mujeres víctimas sigue siendo elevado según la valoración de las agredidas, quienes en más de un 73% considera que evitan contratarlas porque se cree que serán problemáticas. En el medio rural, la presión social se acentúa y las mujeres que sufren violencia se ven más expuestas. Pese a que la labor de las fuerzas de seguridad, juzgados y servicios sociales es importante, sigue siendo necesario derribar roles de género para que se sientan protegidas por la población. La unidad Viogen de la Guardia Civil de Alcañiz tiene en estos momentos abiertos 42 expedientes de casos de violencia machista. Hace unos días, eran medio centenar. Algunas de estas mujeres han roto su silencio para denunciar públicamente su asfixia. Es el caso de Fairouz Zeroual, a quien su marido trató de asesinar contratando un sicario. Un mensaje de whatsapp interceptado por su hija le salvó probablemente la vida. Hace un año y medio de esto, y él ya está en la calle. Su miedo y estupor le hizo poner nombre y cara a una historia a traves de estas páginas. Esto ha permitido que reciba, además de la protección policial que establece la ley, un respaldo social necesario. Las charlas que la Guardia Civil realiza en los centros educativos también están siendo claves para visibilizar entre la población más joven la realidad de una lacra inadmisible en nuestra sociedad. La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, Fademur, acaba de publicar el primer estudio sobre la violencia machista en los pueblos. Los resultados constatan que entre las entrevistas realizadas a víctimas el 100% sufría violencia psicológica, el 78,26% física, y el 56,52% económica. Otro 39,13% padecía violencia sexual y un 34,78% violencia ambiental. La media de años en la que han permanecido sufriendo el matrato es de dos décadas. Aguantan por miedo «al qué dirán», «el desconocimiento de los medios de ayuda», la desconfianza hacia su «efectividad», la dependencia económica o el miedo al maltratador. Los perfiles son similares a los del medio urbano. La principal diferencia es que en los pueblos la proximidad nos permite ser más capaces de no darles la espalda y ayudar.

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