Cuatro días con sus cuatro noches. Sepultados, incomunicados, algunos sin luz, otros sin teléfono móvil ni internet, muchos sin nada. Hubo quienes estuvieron 12 horas sin red, otros 24 y los más superaron las 60. No estamos preparados para vivir aislados. La duda es si hay nevada histórica que lo pueda justificar. Los argumentos son difíciles de entender. Algunos no podían ni enterrar a los muertos. Solo confiábamos en que estaban bien los habitantes de las masías del Maestrazgo, preparados para las mayores inclemencias imaginables. Se nos cayeron los techos de las granjas y los pabellones; se vinieron abajo pinos, olivos, muros y cerros, y seguimos pendientes de que el hielo, o el deshielo, no nos sigan amenazando. Acostumbrados a la inmediatez, a contactar entre nosotros en un segundo a través de las redes sociales para poder ayudarnos y comunicarnos, ha sido difícil soportar la angustia de no saber de los demás en una medio centenar de pueblos. Con cuentagotas llegaba alguna imagen que daba buena cuenta de que la situación se estaba poniendo cada vez más fea. Lo que el lunes parecía una operación coordinada con previsión por los servicios de vialidad invernal de DGA, DPT y Comarcas, se fue convirtiendo en un auténtico caos debido, sobre todo, a la falta de luz y telefonía móvil. Estábamos ciegos, todos ciegos. La nieve del domingo y el lunes estaban previstas, pero la de la madrugada del martes con una nevada húmeda que no se recordaba desde los 70 colapsó nuestras comarcas del este de la provincia turolense. Continuo nevando y lloviendo con ganas, y se unió el resto de Teruel, donde se centraron los esfuerzos para desbloquear carreteras y grandes núcleos de población.

Todos los operativos se movilizaron rápido, máquinas quitanieves, todos nuestros bomberos (incluidos voluntarios), guardia civil, personal de Endesa, operarios de las compañías telefónicas locales, agricultores con sus tractores, vecinos con palas, y, menos mal, la Unidad Militar de Emergencia con casi 200 militares que han abierto paso en las zonas más complicadas del Bajo Aragón Histórico. Pero, ¿cómo llegar a todos en tan poco tiempo? Imposible.La pregunta hoy es si con los mecanismos técnicos con los que contamos, de avanzada tecnología, nos podríamos haber preparado mejor. La polémica de la destrucción recurrente de las torres eléctricas en estas nevadas es sangrante en Matarraña y el Mezquín, donde hace tres años ya sufrimos este grave problema, con la consecuente indignación social. ¿No puede establecerse un plan de emergencia previo entre ayuntamientos, comarcas y compañías eléctricas o de telefonía para tener grupos electrógenos preparados?

Hay quien pensará que no es para tanto, que uno puede quedarse aislado por una nevada bestial y tomárselo como un retiro espiritual… Y es verdad, quizá pueda ser así si en tu casa cuentas con víveres, calor y medios para comunicarte en caso de emergencia sanitaria… o si no tienes bebés o mayores a tu cargo a los que no poder calentar; o si tu granja no se hunde; si no dependen de tí animales a los que alimentar; si no te preocupan campos de olivos y almendros destrozados; si no tienes que dejarte los riñones en la calle pala en mano por tus vecinos y amigos; ni albergar alrededor de la chimenea a quienes no tienen chimenea; ¡ah!, y si no se te cae ese polideportivo, que es tan tuyo como el resto del pueblo… Conforme recuperamos la cobertura conocemos historias de situaciones cada vez más rocambolescas y también de soluciones maravillosas. Este temporal nos ha pillado desprevenidos otra vez con una nevada que, para bien y para mal, nos ha cubierto de Gloria.

Eva Defior