Se me ha muerto como el rayo David Gil, a quien tanto quería. El escritor, el
filósofo se queda sin palabras, sin ellas que son su alimento alado, parte de su alma. Se
difuma en la mente un silencio que se arraiga en el fondo, desvirtuando conceptos,
teorías, reflexiones. El consuelo de la Filosofía, de momento, es inoperante. A lo
máximo que llego es a musitar la frase de Wittgenstein: «de aquello de lo que no se
puede hablar, es mejor callarse». ¿Cómo delimitar lo que es decible ante una pérdida
ineluctable? El escritor, el filósofo, calla. Pero hay un nudo de emociones y
sentimientos que pugna por encauzarse de alguna forma. Entonces, en esa lucha
silenciosa, uno comprende que sólo el poeta tiene el poder de manifestarse. Porque la
poesía es el reflejo escrito de la esencia. Y la muerte, para que el que le sobrevive, no es
un acontecimiento de la vida, un evento, sino algo que se sale de la vida por sí mismo,
inabordable con instrumentos conceptuales o filosóficos. Por eso el escritor, cuando se
siente herido por dentro, recurre al poeta. No a cualquiera de la extensa nómina
laureada. Sino a uno de aquellos que fue compartido de alguna manera con el amigo ido
a causa de, como dijo Machado, «un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo
invisible y homicida, un empujón brutal que te ha derribado».

Déjenme evocar a David a través de un poeta que alguna vez compartimos, W.H.Auden:
«Detengan todos los relojes, corten el teléfono// impidan al perro ladrar con un
suculento hueso// silencien los pianos y con apagado redoble de tambor// saquen el
féretro, dejen venir a los dolientes// permitan el vuelo de los aviones mientras dibujan
en el cielo «él está muerto»// Pongan crespones negros en torno a los blancos cuellos de
las palomas// Apaguen la estrellas// envuelvan a la luna y oculten al sol tras un manto de
nubes// vacíen el mar y limpien de hojarasca los bosques// pues nada en este momento
puede llegar siquiera a ser bueno». Amigo David, amigo del alma, hicimos juntos un
corto camino de muchos años compartiendo libros, pensamientos, reflexiones, alegrías y
estupores. Seguirás vivo mientras yo lo esté.