Esta semana me contaba Eric, compañero de trabajo, que en su momento le había llamado mucho la atención una viñeta que representaba a Carlitos y Snoopy sentados en un embarcadero de madera frente a un lago. En ella Carlitos le decía al perro filósofo: «Un día nos vamos a morir, Snoopy», a lo que éste le contestaba: «Cierto Charly, pero los otros días no».

Como no podía ser de otra manera y uno es curioso por naturaleza, me puse a buscar la viñeta hasta que la encontré, y coincido en que es maravilloso el optimismo y la realidad que transmite, pese a estar latente el sentimiento de un más que previsible final para todos.

¿Qué puede ser más trágico para nuestra mentalidad occidental que el hecho de morir? Nada. Sin embargo, aun sin acudir a las religiones y filosofías orientales, que ven la muerte como un paso más en el camino de nuestra vida, el mensaje de esa viñeta es positivo. Tremendamente positivo. Y está lleno de vida, en cuanto nos dice que aprovechemos el tiempo y que todos los días que estemos vivos tenemos el deber y el derecho de disfrutar y ser todo lo felices que podamos.

A mí me gusta pensar que la muerte, como apuntaba antes, es un paso más en nuestro aprendizaje, y que al fin y al cabo todo es vida, en cuanto somos conscientes de lo que nos rodea y aún de nosotros mismos. Pienso incluso que si hay organismos como la Turritopsis nutricola, que en teoría nunca envejecen en el sentido más estricto y biológico del término, y que si la carga genética que transmitimos de padres a hijos se perpetúa durante miles y miles de años, realmente la vida siempre sigue abriéndose camino y que por tanto no hay que tener miedo. Y si, al fin y al cabo la muerte es la no consciencia, tampoco hay sufrimiento, así que tampoco hay nada que temer.

Sin embargo, al hilo de este tema, que a la postre debiera ser el más importante que nos ocupe, apreciaba también, a lo largo de esta semana, que gente que debía valorar la vida y actuar con un poco, al menos un poco, de humildad, como una conocida ex-presentadora que sigue activa por cotilleos relacionados con ella misma, sus dos hijas y su nieta, sigue haciendo uso de una prepotencia y chulería totalmente improcedente, y más a sus años, cuando debería relativizarlo todo y centrarse en buscar la tranquilidad y la felicidad.

Efectivamente este tipo de gente no aprende de la vida ni de la muerte. Poco parece valorar que el hecho de respirar es un auténtico milagro, muy lejano de la casualidad que dicen hizo surgir todas las formas vitales que conocemos. Porque piensen por un momento: ¿no es un milagro que se hayan producido todas las confluencias que nos han llevado hasta este preciso momento?
Que nuestros padres se conocieran, que nos concibieran, que hayamos sobrevivido a tantos obstáculos como nos pone el medio (desde un punto de vista biológico y social) y que podamos reflexionar sobre lo que somos es algo que en mi opinión va mucho más allá de la mera casualidad para convertirse en causalidad. Y lo menos que podemos hacer es mostrar agradecimiento y respeto a lo que sea que nos permite seguir y aprender, y sobre todo buscar la felicidad y disfrutarla a nuestro modo.

Porque la felicidad tiene muchas caras, pero no necesariamente consiste en un viaje o en un lujo.

El lujo es, precisamente que nos centremos en lo mucho que tenemos, más de lo que podemos pensar, y lo valoremos como merece.

Quédense con esto, y sean felices a su manera. A más ver, y feliz semana.

Álvaro Clavero