Desde que entramos en el macabro tablero de la pandemia, vamos saltando casillas de una mala a otra igual de mala, peor si se quiere, porque no hemos aprendido nada o mejor dicho, lo sabemos, pero no queremos cambiar.

Ahora el ojo del huracán es Alcañiz, al final se reduce a lo de siempre, no hacemos caso, nos juntamos más de lo que debemos, sin las medidas correctas y de nuevo brote. Aparecen comentarios por todos lados culpando a este o al otro y las administraciones como desde el primer día, superadas.

Y así llevamos casi desde que empezó todo, aunque la primera ola tal vez no tuvo un impacto desmedido en la zona, a partir del verano todo ha sido un desastre y el virus nos ha azotado con fuerza. Uno ya no sabe muy bien que pensar, bueno, sí lo sabe, y es que por ahora la única evidencia incuestionable es que si la gente no lo hacemos de la mejor manera, es imposible.
Nos estamos autoconsumiendo y como vivimos en la era de la inmediatez y no vemos mucho más allá de nuestras narices, no nos damos cuenta que todo este foso que estamos cavando no lo pagaremos nosotros solos, se lo haremos pagar también a los que vengan detrás.

A la economía le estamos pegando una puñalada casi en cada acción que tomamos, hay sectores clave y motores de España que cada vez tienen más difícil el volver a arrancar. La vacuna era y es la única solución por el momento para salvar vidas, pero también nos ha recordado lo ineficientes que somos. El gobierno ha tomado una estrategia nefasta como buen perro del hortelano.

Las ganas de volver a lo que se supone era la normalidad, han podido más que enfrentarnos al momento que vivíamos. Son comparaciones duras ¿pero si en cualquier país hubiera una guerra en la que fallecen más de cuarenta mil personas en menos de un año qué harían? Pues seguramente volcar todo lo que tengan en ganar esa guerra, desde el último tornillo que sale de una fabrica hasta lo que fuera necesario. Sé que la comparativa es tediosa, pero al menos en el número de personas que fallecen, esto solo se puede asimilar a una guerra, por mucho que sea una pandemia.

Todos estamos muy cansados, todos necesitamos distraernos y pensar en otras cosas, lo hago el primero. Pero también me doy cuenta que nunca hemos llegado a enfocar el problema de la manera cruda y real en la que sucede. Hemos sido muy infantiles en muchas cosas y ahora a toro pasado reconozco que es fácil decir las cosas, pero no por ello menos ciertas, así que mi pensamiento esta vez no va a ir ya tan encaminado a lo que está pasando, si no en lo que puede pasar, porque a este ritmo el legado de empobrecimiento va a ser duradero y lo que pudo ser un sacrificio general de unos meses, se puede convertir en una condena perpetua porque no quisimos hacer las cosas que teníamos que hacer.

Víctor Puch