Alcañiz es medieval. En su colina más alta el Castillo de los Calatravos y un viejo convento de trazas renacentistas. Y bajando hacia el río que propició su existencia discurren calles y encontramos plazas. En una de éstas: el Ayuntamiento, la Lonja y la antigua Colegiata, trío de estilos; en otras, más iglesias, espléndidas casonas y cercanas murallas. Hasta llegar al río, donde se alza la iglesia desacralizada de Santo Domingo, ahora centro cultural Atrium, y que a mi me sorprendía de niño que fuera un garaje. La Villa, ahora Ciudad de Alcañiz, dicen que nació en un cañaveral musulmán del Guadalope, río que la abraza con un amplio y majestuoso meandro; casi una isla de un océano de huertas, olivares, y, también, extensiones pedregrosas y áridas.


Caspe es igualmente medieval, con asentamientos iberos y romanos anteriores, y también está cubriendo varias colinas, y su territorio tiene paleocanales y olivares. En una de esas colinas se cimentó un castillo (en este caso Sanjuanista) en la muela de piedra que la remata. En otra, la Colegiata. El río que hizo posible la existencia de Caspe es igualmente el Guadalope (ahora desviado), solo que en este caso la vieja Villa (ahora también Ciudad) no es abrazada, sino que su cauce transcurre tangencialmente a ella. Estando en alto, las calles de Caspe también bajan empinadas desde la rectilínea de La Muela (dónde está la capilla de San Indalecio) a la zona baja de los Arcos del Toril y la calle Mayor, para continuar, como mancha de aceite, por las vaguadas y colinas cercanas sembrando el caserío de pequeñas ermitas: Monserrat, la Balma, San Roque, o la Magdalena en el Pueyo.


Caspe y Alcañiz, Alcañiz y Caspe, cercanas y distantes; de similar o parecido aspecto e historia, a veces complementaria, como en el caso del Compromiso y la Concordia; con un futuro que debería acercarlas, pero que se dificulta por la rivalidad, el resquemor, y -porqué no decirlo- la maldita envidia.


Fruto de la idea de buscar sinergia en esa colaboración y romper la ‘raya imaginaria’ que parece separarlas, surgió hace más de 25 años ‘La Comarca’. Y ahora, en 2019, la semana pasada, casi setenta personas se han podido ver por Alcañiz con un escapulario blanco con cinta roja. Eran los participantes del Curso de Verano de la Universidad de Teruel «Los medios de comunicación ante el cambio tecnológico». En él se ha hablado, ademas de lo que se deduce de su título, de la España vacía y vaciada, y de la despoblación y cambios que están experimentando muchas regiones del país. Salió a relucir en los coloquios el problema que puede ocasionar la multiculturalidad caspolina, y en Alcañiz se reflexionó sobre ello. El hecho de que su alcalde sea sociólogo ayudó a pensar sobre éste peliagudo asunto. De ahí -pienso yo- la importancia de caminar coordinados Alcañiz y Caspe para buscar respuestas y soluciones a los cambios que presenta el complicado presente del Bajo Aragón Histórico, al que ambas ciudades pertenecen. Confío en el buen entendimiento y colaboración de ambos alcaldes, Ignacio Urquizu y Pilar Mustieles. Por ello pasa parte de la solución (al menos el intento) de algunos acuciantes problemas de ambas poblaciones.

Alejo Lorén