Por cuestiones profesionales me desplazo a diario a la provincia de Tarragona. Durante este año han sido incontables las veces que la Guardia Civil me ha dado el alto en la N-420, a la altura de Calaceite, para comprobar a donde me dirigía y pedirme la documentación que lo justificase, sin que se produjese ningún tipo de incidente.

En cambio hace unas pocas semanas el Agente que me da el alto, cuando le entrego el documento justificante del desplazamiento, me dice literalmente: «estamos en un estado de alarma nacional y yo no entiendo este documento, tiene que estar en castellano». Intento explicarle, en vano, que está en catalán porque es un documento público oficial de una Administración catalana, que allí es un idioma oficial y por tanto todos los documentos se realizan en ese idioma. Ese día me dejan continuar con mi trayecto.

Al cabo de unos días, el 24 de febrero, cuando volvía hacia casa, me vuelvo a encontrar con el mismo Agente. A diferencia de todas las anteriores veces que me habían parado en medio de la carretera, en esta ocasión, sin mediar palabra, la primera orden es obligarme a abandonar la carretera y entrar en un camino. Una vez allí me solicita el DNI y la documentación justificativa de mi desplazamiento. Le entrego el mismo documento público y responde que no lo entiende. Trato nuevamente de explicarle que se trata de un documento oficial, que por tanto es válido. Después de un breve intercambio de palabras, con una actitud chulesca y altanera, me informa que va a proceder a denunciarme. Le muestro mi incredulidad, le digo que vengo de trabajar, que paso a diario por ese control, que me han parado numerosos compañeros suyos sin que hubiese ningún problema y que no lo entiendo. Se limita a decirme, con la misma actitud, que ya me llegará la multa, sin explicarme el motivo, ni entregarme ningún justificante.

Cuando continué con mi trayecto tenía una mezcla de sentimientos, que iban desde la rabia, a la indignación, cierto grado de preocupación y una absoluta impotencia. Incluso ahora, pasados unos días, sigo sin entender la situación.

Se trata de un caso clarísimo de discriminación lingüística. Es obvio que el Agente de la Guardia Civil tiene un evidente prejuicio hacia la lengua catalana, siendo incapaz de disimularlo, y que por esa razón actuó de la forma en que lo hizo. Considero también que es una gravísima falta de respeto hacia todos los hablantes de esa lengua, recordemos que oficial en Cataluña y reconocida como una lengua propia de Aragón, al dar a entender que se trata de una lengua menor al castellano y que solo debería usarse en el ámbito familiar.

Pero además, y lo que considero más grave, es un evidente abuso de autoridad por parte de este Agente, que aprovecha su posición de superioridad, gracias a su arma y su Autoritas, para intentar intimidarme, amedrentarme, asustarme… dejando claro quien tiene el poder, quien puede multar y poner en un aprieto al otro, y quien tiene que bajar la cabeza y decir amén. Esta no es su función, su misión es ayudar y proteger a los ciudadanos, y más en un momento tan complicado como el actual, no generarles indefensión y miedo. Denota una falta de profesionalidad absoluta y un desconocimiento de la realidad en la que estamos, actuando como un Sheriff del antiguo Oeste, no como debería hacerlo un miembro de las fuerzas y cuerpos de seguridad del siglo XXI.

Soy consciente que es muy probable que me vuelva a encontrar con el mismo Agente y se repita la misma situación, incluso agravada si ha leído este escrito, pero me siento en la obligación de denunciarlo porque seguro que otras personas han pasado por esta misma situación y no debería permitirse. Esta es mi humilde manera de demostrar a ese Agente que no ha conseguido su objetivo de intimidarme, ni amedrentarme, y también recordarle que nuestro idioma merece todo el respeto, porque esa falta de respeto es a todos los aragoneses que hablamos catalán.

Carlos Celma San Nicolás – Massalió